dijous, 10 de maig del 2012

Esto viene de Lizarra.

En septiembre de 1998 todos los partidos vascos nacionalistas, así como Ezker Batua-Berdeak y el Partido Carlista de Euskalerria, y distintos sindicatos y asociaciones firmaron los acuerdos de Lizarra-Garazi "para buscar un "proceso de diálogo y negociación" que lograra el cese del terrorismo de ETA". Por aquel entonces escribía yo unos billetes ocasionales en El Periódico de Catalunya, único medio progresista que me quedaba, después de que el peculiar concepto de la libertad de expresión del PP me echara de todos los demás. La mecánica era como sigue: el diario me pedía una opinión fundamentada sobre un hecho político relevante del momento. Yo la daba, ellos la publicaban al día siguiente y yo tenía que recorrer los kioscos buscando el periódico porque todavía no había ediciones online. Con motivo del pacto de Estella o Lizarra o Lizarra-Garazi me pidieron una opinión, se la mandé y no solo no la publicaron sino que interrumpieron abruptamente su relación conmigo y jamás volví a hablar con ellos. Y era un diario progresista que avisaba de que no compartía "necesariamente" las opiniones de los articulistas. No avisaba, en cambio, de que los articulistas sí debían compartir las opiniones del periódico.
Porque barrunto que la razón de una espantada tan repentina estaba en el contenido del billete. Este se felicitaba del pacto y sostenía que era el comienzo del fin de ETA y de la violencia en el País Vasco. Pero debía de ser el único. En el país se alzó un clamor indignado contra el nacionalismo vasco, especialmente el PNV, por entender que el pacto era un acuerdo entre los pérfidos nacionalistas para excluir de la vida política vasca a los constitucionalistas o españolistas, una trampa de ETA, el triunfo último de esta, la entrega del nacionalismo democrático al radical y totalitario. Precisamente ante la cercanía del Pacto, el PSOE rompió la alianza de gobierno con el el PNV, haciendo así realidad de antemano lo que será su profecía después: la exclusión. No tengo duda de que El Periódico sostenía ese punto de vista y el billete solo podía ser obra de un traidor, de un filoetarra, de un falso español. Punto final abrupto a la colaboración. El billete jamás se publicó.
Mi discrepancia radicaba en que lo importante del Acuerdo no era su carácter frentista de nacionalistas contra los autodenominados "no nacionalistas", sino el hecho de que el frente nacionalista, especialmente su parte izquierdista, radical, revolucionaria, próxima a ETA, pedía un escenario sin violencia. Ahí estaba el germen de lo que casi 15 años después ha sido el cese definitivo de la violencia etarra. Pasando por el espíritu de Anoeta. Lizarra-Anoeta-Vitoria. Pero hacía falta verlo y los españolistas no suelen ver estas cosas como se deduce de que ni siquiera se ven como españolistas sino que sostienen ser "no nacionalistas" en contra de toda prueba empírica.
Porque durante esos casi 15 años en el País Vasco ha pasado casi de todo, alternada, cíclicamente, represión-acción-más represión, períodos de calma, intentos de negociación, proyectos soberanistas, cambios de alianzas, pacto antiterrorista, en lo que, con cierto distanciamiento (pero no equidistancia) cabe considerar como la violencia de la historia. Entre tanto, el espíritu de Lizarra seguía evolucionando, daba un destello en Anoeta y acababa cuajando en una presencia política normalizada del independentismo radical a pesar de los estrechísisimos filtros de una Ley de partidos que equivale a un estado de excepción de hecho.
Si se hubiera apoyado en su día Lizarra-Garazi quizá nos hubiéramos ahorrado sobresaltos, sufrimientos, muertes. ¿Por qué no se hizo? ¿Porque excluía a los "constitucionalistas" o "españolistas"? ¿Y qué? Los partidos tienen derecho a aliarse con quien quieran y no hacerlo con quien no quieran siempre que lo hagan dentro de la legalidad. Pero, además de esto, que es evidente, hay otra faceta más interesante en Lizarra: al excluir a los "constitucionalistas" y "españolistas" (que son tan vascos como los otros) los nacionalistas vienen a confesar que lo que llaman el conflicto poniendo los ojos en el cielo es estrictamente un problema vasco que los vascos deben resolver en lugar de descargarlo sobre las espaldas de los españoles.
El problema es que son precisamente los españoles (en especial los nacionalistas que dicen no ser nacionalistas) los que, al no entender el problema de los vascos y tratar de interferir e imponerse permanentemente, lo convierten en un problema español. Un problema español que arranca de la negativa de los españoles a reconocer a los vascos (y a los demás) el derecho a decidir si quieren seguir siendo españoles, con lo cual las relaciones entre los dos territorios están envenenadas.
Tengo para mí que si ese derecho de autodeterminación se hubiera reconocido en los años ochenta, por ejemplo, el resultado hubiera sido el mantenimiento de la integridad de España. Al prolongarse el problema (o "conflicto"; no hay que hacer cuestión de las palabras; ni Aznar lo hacia), ya no estoy tan seguro y, de seguir los españoles cometiendo errores, acabará siendo segura la separación. 
La sentencia del caso Bateragune será jurídicamente irreprochable, no lo dudo, pero políticamente es una desgracia. Presenta a España como la eterna represora, incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos de reconciliación y pacificación, arbitraria, inaccesible a razones o conveniencias. En cambio proporciona mártires al movimiento independentista, que son presentados ante la sociedad como rehenes del Estado, le da una causa de lucha siempre bien vista: la liberación de unos héroes nacionales, una situación de irredentismo, que tiene siempre mucha fuerza de movilización y mantiene la lucha política en un nivel de efervescencia en el que también el nacionalismo burgués tiene que radicalizarse si quiere sobrevivir. Otegi en la cárcel es la garantía de una holgada mayoría absoluta nacionalista en Euskadi, el País Vasco, las provincias vascongadas, los territorios históricos, Euskalerria Sur, Vasconia y Hegoalde, que todos esos nombres tienen estas hermosas tierras (aunque no siempre con las mismas superficies), lo cual, probablemente, quiere decir algo. 
(La imagen es una foto de Daquella manera, bajo licencia de Creative Commons).