divendres, 20 de gener del 2012

La ruina viene de la corrupción.

Según Alberto Fabra, el presidente de Valencia, Camps no ha despilfarrado nada y la culpa de todo es de Zapatero. Pero lo contrario salta a la vista: Zapatero no financió el Fórmula 1, ni la Copa América, ni quiso edificar las torres de Calatrava, ni construir un aeropuerto sin aviones, ni traer al Papa para hacerse con una foto de él. Si a estos y otros dislates de megalómano unimos los pagos a las empresas de Urdangarin, la pastuqui que se llevaban los mendas de la Gürtel y, para redondear, la presunta financiación ilegal del PP, no es nada difícil ver por dónde ha venido la ruina de la Comunidad Valenciana, no hay que especializarse en filigranas contables, pero sí mirar como se merece a una gente que, ahora se ve, gana elecciones porque hace trampas y financia sus gastos esquilmando a sus conciudadanos.

La ruina ha venido por un desgobierno casi de locos en el que el despilfarro de los fastos faraónicos se unía a una actividad de expolio generalizado del erario público, con una administracion que no daba un paso sin que alguien se levantara una pasta. En donde no estaba la Gürtel con esos diálogos telefónicos ("amiguito del alma", "te quiero un guevo", "gilipollas") de tan sorprendente audición, aparecía el conseguidor providencial, Urdangarin y, cuando no, esa otra trama, ligada a la contrata del tratamiento de las aguas fecales, que es como la metáfora perfecta de la corrupción valenciana.

Hay aquí un elemento berlanguiano, de traca de fallas, que induce a tomarlo a chirigota con la resignación del sempiterno latrocinio, el caciquismo consustancial a la raza mezclado con la picaresca de altos vuelos y postín tecnológico, todo en inglés macarrónico, lleno de "special consulting", "future events" o "more sunrise". Pero tiene también otra cara mucho menos amable: la de los funcionarios recortados, los interinos despedidos, los sindicalistas ocupando espacios públicos, servicios clausurados o no atendidos, dependientes descuidados, proveedores adeudados, colegios cerrados por impago y aulas gélidas en las que los alumnos tienen que dar clase abrigados con mantas que traen de casa. La corrupción no es solamente un oscuro tejemaneje que acaba en algún lejano paraíso fiscal. Tiene también un rostro real e inmediato: el de las penurias que pasa una población cuyo nivel de vida era de los más altos de España. Y eso gracias a una pandilla de incompetentes, manirrotos y corruptos.

Fabra sabe que Zapatero no tiene nada que ver con esto; pero él, si; él era y es parte del gobierno de esa Comunidad a la que el hoy presidente del gobierno había declarado ejemplo para España. Algo que mete miedo.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).