Los procesos -por llamarlos de algún modo- con que la derecha y los sectores más reaccionarios de la judicatura tratan de poner fin a la carrera del juez Garzón tienen una clara intencionalidad política. Además del daño al juez, quieren sentar un precedente, escenificar un escarmiento por si alguien más en el futuro se siente tentado de hacer justicia a las víctimas del franquismo. Ni justicia a las víctimas, ni condena de los crímenes de la Dictadura, ni memoria histórica ni nada: el franquismo no se toca. Si los "historiadores" de la Real Academia de la Historia pretenden legar a la posteridad una imagen de Franco tan edulcorada que ni dictador lo consideran, la derecha y la judicatura tratan de blindar su condición jurídica: no hubo crímenes y, si los hubo, han prescrito.
A estas alturas cualquiera ve claramente que en los procesos antigarzón confluye todo tipo de motivaciones partidistas e inconfesables: la envidia de sus oscuros colegas, las artimañas procesales de los sospechosos de la Gürtel, que tratan de anular lo instruido por Garzón e irse así de rositas, la reacción de una derecha neofranquista que quiere dejar impunes los crímenes de la Dictadura. Con el íntimo aplauso de cierta izquierda, cercana a la abertzale y desde luego de esta última, que ve en Garzón el juez que derrotó a ETA y, para hacerlo, persiguió y desmanteló su entorno económico y civil en lo que para unos fue una actividad judicial eficacísima y, para otros, un ataque a los derechos fundamentales y las libertades públicas de los vascos.
Por si las motivaciones no fueran suficientemente indignas, las tres causas rebosan anomalías y peculiaridades que las ponen en evidencia a ojos de cualquiera interesado en el derecho al juicio justo, al debido proceso, en definitiva al amparo de la justicia, que es el fundamento mismo de la sociedad democrática: el ministerio fiscal no acusa, un juez instructor asesora a la acusación, otro forma parte de otro tribunal en otra de las causas contra Garzón y parece respirar animadversión hacia este, no se admiten las pruebas que propone el acusado ni sus recusaciones y los tiempos procesales se alteran en su detrimento.
La tercera causa, que pasará a vista oral en breve, es tan disparatada que el propio Garzón ha dicho que la instrucción es una interpretación sesgada, parcial y no verdadera en relación con lo acreditado en la causa y le muestra su "más contundente y absoluto rechazo". La acusación, que empezó siendo de prevaricación, ha mutado en una de cohecho impropio. Lo que Garzón no ha dicho pero Palinuro sí es que ya sería el hispánico colmo y muy digno del coso nacional ver cómo se condena al juez por el mismo presunto delito por el que acaba de absolverse a Camps.