dijous, 22 de desembre del 2011

El gobierno de Rajoy.

¿A dónde irá el buey que no are? El gobierno de Rajoy era tan previsible como su previsible presidente. La prensa dice que es un "gobierno de amigos". No iba a ser de enemigos; pero pudiera serlo de incómodos. La sorpresa no está en las personas que lo componen sino en las que no lo componen, en concreto los nombres más ligados al sector radical del PP, el adepto a la línea de Aznar. Quizá los más cercanos a éste sean Montoro y De Guindos, lo que no es moco de pavo al tratarse de los ministerios económicos. Pero es indudablemente un equipo de Rajoy quien se muestra así muy consolidado en el interior de su partido. La presencia de Ruiz Gallardón, pesadilla del sector llamado conspiranoico de la derecha, lo deja muy claro.

Es muy notoria asimismo la ausencia de González Pons, probablemente preterido en espera de que se aclaren sus relaciones con el ínclito Urdangarin e, indirectamente con la trama Gürtel. Es, pues, un gobierno relativamente amable, incluso pintoresco, gracias a la presencia del verboso Arias Cañete. El ascenso de Soraya Sáez de Santamaría, SSS, casi consagraría un duunvirato de no ser porque Sáez de Santamaría es mujer, aunque por sí sola una guardia pretoriana. Ya hay quien le ha afeado que haya renunciado a su derecho a la baja por maternidad por entender que se perjudica la causa femenina.

Seguro. En perspectiva de género el equipo de Rajoy es un retroceso con relacion a los de Zapatero. Con un veintiocho y pico de mujeres, incumple la vigente Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. Es verdad que el PP la tiene recurrida en el Tribunal Constitucional y que algunos dicen que no está claro que afecte al gobierno en sí mismo. Pero, mientras esto se dilucida, hubiera sido de agradecer su cumplimiento. En el PP se piensa que los asuntos de género no tienen mayor importancia. Pero vaya si la tienen. Afectan a más de la mitad de la población. El argumento de que es irrelevante que se trate de ministros o ministras debiera, al menos alguna vez, demostrarse con un gobierno de mayoría femenina. Mientras esto no suceda el argumento será una falacia.

Claro que habrá quien señale que no hay que exagerar y que, si no se respeta la proporcionalidad de las mujeres en el consejo de ministros, a cambio, los madrileños van a ganar una alcaldesa y que vale por dos, puesto que responderá, es de presumir, al ideal de Aznar de la mujer-mujer.

No, las cuestiones de género no son prioritarias para la derecha. Ni otras de similar calado. La jura del cargo de Rajoy ante el rey, un crucifijo y una Biblia manifiesta que la cuestión religiosa tampoco será prioritaria. Lo que quiere decir que la iglesia católica volverá a días de gloria y, como potente lobby de la divinidad, pondrá en orden (tridentino) asuntos como la educación (adiós a la educación para la ciudadanía), el aborto como derecho (adiós, adiós), los matrimonios homosexuales (tres adioses), y el divorcio no cantará cuatro porque es derecho muy arraigado.

Pero, en fin, el gobierno tiene cien días de gracia, como rezan las convenciones democráticas no escritas. Además cuenta con una oposición constructiva y leal, muy diferente a la que su presidente practicó. Aunque parezca mentira en España, tierra bronca, desear que el gobierno, cualquier gobierno, acierte es de sentido común.