dilluns, 19 de setembre del 2011

El peligro somos los hombres.

Durante el fin de semana ha habido tres mujeres asesinadas por sus parejas. Tres más. Tres casos más de violencia machista. Se discute mucho sobre el nombre. Antes se llamaba a esto "crimen pasional" y, luego, se han ido empleando otros términos, como "violencia doméstica", "violencia de género" o "violencia sexual". Todas las expresiones tienen algún sentido, pero no son enteramente satisfactorias. Si por "pasional" se entiende irreflexivo, impremeditado, repentino, súbito, muchos de estos asesinatos son premeditados, planeados, alevosos. No siempre son crímenes domésticos. Desde que hay divorcio, separación, denuncias, órdenes de alejamiento, casi nunca son domésticos. Son sexuales, sí, de género; pero siempre del mismo sexo y del mismo género; del masculino. Son crímenes de hombres, viriles, machistas.

Es un terreno escabroso por lo que tiene de íntimo y lo que hace a las autoimágenes que los hombres tenemos. De inmediato se forma un coro de ultrajados varones prestos a recordar que por dos o tres casos aislados no cabe criminalizar el género. Dejando aparte el hecho de cierto peso de que no son dos o tres casos aislados (como se verá más abajo) se da la circunstancia de que el género no necesita que lo criminalicen ya que es criminal por sí. Es cierto que no todos los hombres asesinan a sus parejas. Pero también lo es que casi todos los que asesinan a sus parejas son hombres. Siempre hay algún caso, ese sí excepcional, de mujeres.

Igualmente casi todos los que abusan de los niños son hombres. Lo cual explica por qué está tan extendida la pederastia en la iglesia católica: porque es una organización exclusivamente varonil. Casi todos los componentes de las redes de pederastia en internet que, se supone, reflejan en cierto modo las del mundo real, son hombres.

Asimismo hombres son casi todos los que torturan animales hasta la muerte. Entre los individuos que alancearon a Afligido en Tordesillas no había una mujer. En el post que Palinuro dedicó al toro de Tordesillas con el título de los toros no votan se decía que el problema de la crueldad es que es atributo de la especie y atributo racional. Ahora corresponde precisar que no es de la especie, sino de parte de ella, la masculina. Quizá sea por esto por lo que los más misóginos de los varones ilustres proclaman que la mujer es una animal irracional. Porque no mata o mata poco.

Hombres son los que llevan a cabo las violaciones generalizadas y sistemáticas en los conflictos armados que se han dado o se dan en Yugoslavia, el África o algún país musulmán. Serán o no expresamente ordenadas por el mando militar, pero están siempre presentes como un acto más de guerra expresamente dirigido contra las mujeres que casi nunca son combatientes. Hombres también los que recurren a lo que ya se conoce como feminicidio.

No son dos o tres casos aislados. Y no cuenta si son ricos o pobres, jóvenes o viejos, nacionales o extranjeros, católicos o confucianos. Cuenta que son hombres.

Es decir, es violencia viril o violencia machista porque parece ser inherente al género masculino hacer violencia a los más débiles. Someterlos, torturarlos, asesinarlos. El peligro somos los hombres. El debate sobre si esta condición criminal tiene raíz natural o cultural, si es genética, por ejemplo, o aprendida en la socialización, es inútil porque, aunque fuera lo primero, genética, no se puede admitir. La especie no puede tolerar que parte de ella sea criminal por instinto. Hay que empeñarse en que es cosa de la socialización.

Pero ¡es que aquí está todo por hacer! No basta con las leyes, con ser éstas necesarias, sino que hay que entrar a saco en el lenguaje, en la educación, en veinte siglos de filosofía, literatura y arte. Y no digo nada de las religiones. En la judeo-cristiana, que tiene a la mujer como la causa de la pérdida del paraíso terrenal, anida una concepción de ésta que, se quiera o no, incita a su asesinato. Por eso, porque la tarea es ciclópea, pues consiste en cambiar la vida, no se puede perder ni un segundo, no se puede perdonar ni una broma, ni una complacencia, ni un paso atrás y en todos los asuntos hay que plantear siempre la perspectiva de género. Del otro.

(La imagen es una foto de Paul Lowry, bajo licencia de Creative Commons).