Los elementos cayeron ayer con furia sobre el acto más multitudinario de la JMJ, la inmensa concentración en Cuatro Vientos para despedir en vigilia al Papa, quien iba a pronunciar un discurso decisivo. Pero no pudo. La lluvia y el viento no lo permitieron. Existe el texto escrito, que se repartió antes y del que dan cuenta los periódicos, pero sus palabras aladas no surcaron el aire que era huracanado. Cualquiera vería aquí un fenómeno meteorológico inoportuno pero sin ninguna significación simbólica. Cualquiera que no sea cura, porque el cardenal Rouco Varela inauguró esta JMJ rezando porque no hiciera demasiado calor, de donde se sigue que cree en la intervención divina en los meteoros, en la mejor tradición de las procesiones de la lluvia. Si esto es así la tormenta de Cuatro Vientos da a entender que Dios escucha pero a veces se pasa en el remedio. El propio Benedicto, a quien no hace falta sentido del humor, al aimanar la tormenta, dijo que el Señor, con la lluvia, mandaba muchas bendiciones, lo que equivale a hacer de necesidad virtud. Podía haber mandado sus bendiciones en un suave atardecer de verano con el gorjeo de los pajarillos. Antes, desoyendo manifiestamente a Rouco, el mismo Dios había subido hasta los 40º, ochocientas intervenciones del SAMUR y veinticuatro hospitalizaciones. Si Dios está en estas cosas, ayer tenía muy mal humor. Hay quien dice que debido a la falta de beligerancia del Papa contra el gobierno socialista. No ya una petición de cruzada, ni un mísero rapapolvo ha habido. Hasta monseñor Rouco estuvo moderado en su momento. La prensa de la derecha se ha quedado sin munición. Está claro que ha funcionado la diplomacia. A Palinuro le parece perfecto que la iglesia no se extralimite y reduzca su discurso a sus seguidores. No está de acuerdo, en cambio, con la afirmación de Zapatero de la vigencia de los Acuerdos con la Santa Sede de 1979. Sin duda es el trueque, pero no tiene validez.
Hablando para los suyos Benedicto XVI tiene un discurso que, a la postre, es confuso. Dijo por la mañana a unos seminaristas que había que luchar en una sociedad que pretende excluir a Dios. No está claro qué quiera decir. Dios se excluye a sí mismo. Una de las tradiciones más intensas del cristianismo es la idea del Dios escondido, que arranca de Isaías 45, 15 y llega hasta Juan Pablo II, pasando por Santo Tomás, Nicolás de Cusa, Lutero, Pascal, etc. Es verdad que esta idea fundamenta algunos de los mayores refinamientos cristianos de la teoría del conocimiento (hay que conocer lo que se esconde, desvelar lo que está velado, según Heidegger) pero siempre desembocan en la experiencia mística de conocer lo incognoscible, por ejemplo a través de la docta ignorancia del citado cusano. ¿Para qué quiere el Papa hacer patente a un Dios que se esconde?
Me parece más claro cuando ensalza ante los seminaristas el celibato. Creo que eso es una monstruosidad, origen de mil perturbaciones en los curas que, quieran o no, son hombres. Como en el caso de las monjas; otra monstruosidad contraria a su idea de la ley natural y de la ley divina puesto que en ningún sitio dice Dios que sus sacerdotes y sacerdotisas (aunque sean de segunda) hayan de imponerse el celibato. Se diría que, mientras la prédica se dirija a los curas, los no católicos no tenemos nada que opinar. O sí, porque padecemos las consecuencias de esas monstruosidades en el comportamiento torcido de muchos curas pederastas.
En Cuatro Vientos Benedicto XVI iba a cargar contra el relativismo, bestia negra que lo obsesiona, igual que a Monseñor Rouco. El relativismo es malo al parecer porque renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad. Es cierto que la postmodernidad es incrédula respecto a la existencia de una única verdad metafísica. Pero eso no quiere decir que no se la busque con ahínco. Esto es casi una perogrullada. Nadie cree que exista una idea metafísica de felicidad, pero todos la buscan. No obstante es difícil que lo entienda alguien que, como Benedicto XVI, sostiene que esa verdad única metafísica existe y que él la representa. ¿Cómo va a entender el relativismo si es incapaz de entender que otra (u otras) persona(s) en el mundo piensen lo mismo que él y con la misma sinceridad y, por lo tanto, pueda haber dos (o más) verdades únicas metafísicas lo que, obviamente, es absurdo?
Al hablar a los jóvenes de eso que tanto le importa que es la alcoba se ve que no acepta el divorcio, ni el matrimonio homosexual, ni el uso de medios contraceptivos. Dado que eso sólo reza para los suyos, pues ya no puede imponérselo a todo el mundo (y no es que no quiera) cabe decir que con su pan se lo coman. Pero llama la atención que un hombre tan bien informado como el Papa no sepa que los católicos se divorcian como los no católicos, regulan su natalidad como todo el mundo y, cuando son homosexuales, se casan. Y, si lo sabe, que lo sabe, ¿no le parece que hay un problema grande de confusión en la doctrina? Es la confusión de una doctrina que ni siquiera practican los que la profesan.
Cuando se dice que la iglesia debe actualizarse, "ponerse al día", modernizarse, a juicio de Palinuro se dice algo inverosímil aunque bien intencionado. La experiencia muestra que la iglesia no actualiza su pensamiento (otra cosa es su acción, pues ahí está a la última) así como así. En ese vergonzoso contubernio que protagonizaron ayer algunos gratistotales con otros del 15-M en Sol, al parecer, algunos de los primeros pidieron paciencia ya que la iglesia es milenaria y le cuesta adaptarse a nuevas realidades, como el matrimonio homosexual. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos!
Por si acaso, por si, en efecto, la iglesia es capaz de adaptarse al mundo en el que vive, es recomendable que empiece por revisar su visión de la mujer como ser inferior, que es la idea más estúpida, cruel e inhumana de las muchas que mantiene. Seguir negándose a reconocer la igualdad de los hombres y las mujeres es un delito de lesa humanidad y una provocación al mundo entero.