dijous, 19 de maig del 2011

La perspectiva de género.

Vi Woyzeck por primera vez cuando tenía quince años. En el primer festival de teatro de arte y ensayo que permitió el franquismo para el cual toda obra de teatro que no fuera de Alfonso Paso era un sacrilegio o propaganda bolchevique. En realidad me colé porque sólo era autorizada a mayores de dieciséis años. Me quedé tan impresionado que después la he visto un par de veces más y me he tragado la ópera de Berg, Wozzek, casi más dura que la tragedia.

En esta ocasión ya iba predispuesto a revisar mi juicio sobre la obra, como explicaré luego. Este ánimo revisionista no tiene nada que ver con la versión (Juan Mayorga) la escenografía (Max Glaenzel/Estel Cristià) y la dirección (Gerardo Vera) que se ven en el María Guerrero y están todos muy bien. Yo hubiera sido menos abstracto y hubiera evitado las referencias al nazismo. El doctor es un trasunto de cualquier médico criminal de un campo de concentración pero no el atolondrado médico positivista decimonónico que Büchner conocía muy bien porque él era médico.

Tampoco se modifica el enorme aprecio que merece el autor. Que un hombre que muere a los veinticuatro años (en 1837) haya hecho lo que hizo Georg Büchner y dejado una breve pero extraordinaria obra escrita (entre otras prosas, tres dramas de los que La muerte de Danton aun es mejor que Woyzeck) resulta portentoso. Porque además esos dramas son revolucionarios y su influencia llega hasta hoy y la prueba es que siguen representándose. Hay quien dice que si Büchner (a quien, por cierto, educó su madre hasta los nueve años) no hubiera muerto tan joven, habría sido un Goethe. Woyzeck y desde luego Danton dan para pensar así. El gran mérito de Woyzeck es que por primera vez el protagonista del drama es un pobre diablo, no un rey ni un noble, clérigo o gentilhombre de toga o espada; un infeliz, soldado del regimiento, chico de los recados, a quien los oficiales desprecian y humillan y de cuya mujer se aprovechan. Es un grito de protesta por la inhumanidad del trato de castas en una época en que se habían proclamado los derechos del hombre. Pero un soldado raso del ejército alemán no era un hombre sino algo intermedio entre un hombre y un gusano.

Entonces, ¿en dónde está la revisión del juicio? En la aplicación de la perspectiva de género, cosa que antes no practicaba y ahora hago siempre. Esta perspectiva subraya el hecho de que la desesperación, la conciencia de la horrible miseria de su situación empuja a Woyzeck a asesinar a su mujer en un crimen de género. Ya sé que, cuando se hace este tipo de observaciones, alguien se irrita y señala que esas son tonterías de lo políticamente correcto, ridículas medidas para obras clásicas y que, si aplicáramos ese criterio siempre, la humanidad tendría que corregir su visión del patrimonio artístico y literario mundial. El crimen pasional, además, se dice, es un motivo sempiterno de la creación artística. Es posible, ¿y qué?

Si se emplea la perspectiva de género se obtiene una interesante conclusión sobre los prejuicios de la humanidad personificados en los de Büchner. Éste lleva su audacia a denunciar la injusticia de tratar a un ser humano como algo inferior, despreciable. Pero su clarividencia no alcanza el fondo de la injusticia que denuncia. El protagonista de la obra, el que aparece como víctima de un destino aciago, es el asesino, pero la verdadera víctima es la mujer asesinada.

Es verdad que, al estar inconclusa la obra, no se sabe qué final le hubiera dado Büchner aunque fuera como fuera éste, lo inequívoco, lo que no se cuestiona, es que el asesinato de la mujer no es una tragedia en sí mismo sino solo una consecuencia, un efecto colateral de la tragedia que vive el asesino, de cuya desgracia hemos de compadecernos. Si Woyzeck no es tratado como un ser humano, su mujer, la víctima de la víctima, aun menos.

Con todo, Woyzeck sigue siendo una obra impresionante por la elegancia y la profundidad de los parlamentos de los personajes incluso cuando se los ridiculiza, algo que Bertolt Brecht aprendió en Büchner. Así habla el doctor a Woyzeck en un momento: "¡La naturaleza! Woyzeck, el hombre es libre, en el hombre la individualidad se ilumina en la libertad".