La virulencia con que la derecha ha acogido la nueva ley sobre el tabaco, las metáforas que emplea, su retórica en general revelan, paradójicamente, el triunfo de las ideas de la izquierda que son las que se esgrimen para justificar el plante. Es verdad que la ley es prohibitiva; también es verdad que prohibir es actividad consustancial a la derecha desde que la hay. Oponerse a algo que es consustancial a uno debe de ser muy difícil y seguramente por eso los que lo hacen ya no saben lo que dicen.
A sto se añade que, gracias a esa hegemonía de las ideas de la izquierda hasta hace poco, la derecha viene hablando por boca de ganso ya de tiempo atrás y eso es probablemente lo que hace sus discursos tan disparatados. De las insólitas pero periódicas declaraciones del alcalde de Valladolid se ha dicho de todo. Falta añadir que, con lo de los judíos y el holocausto, el hombre menciona la soga en casa del ahorcado. Cuando se vive en un país que tiene un Valle de los Caídos y se pertenece a un partido que fundó un ministro del que hizo dicho Valle debe uno tener más cuidado con lo que dice y no andar recitando el poemario de la izquierda y la resistencia que, además, no se conoce.
Toda la andanada del frente mediático de la derecha rezuma cultura izquierdista, libertaria, ácrata, la libertad irrestricta del individuo, la lucha contra los liberticidas. Prohibido prohibir. Caramba. ¿No decían hace nada estos liberales que había que acabar con el "espíritu del 68"? Bueno, no hay que ser exquisitos. Si de lo que se trata es de tirar el Gobierno como sea, bien puede decirse una cosa y su contraria al mismo tiempo y con igual agresividad. Los gansos graznan.
A graznido me suena la afirmación de María Dolores de Cospedal de que el Gobierno socialista ha establecido un "Estado policía". Y no el Estado policía o gendarme de la teoría económica liberal sino el Estado policía soviético, nazi o franquista, supongo. Y eso sí que es boca de ganso. Bueno, en este caso, de gansa.
Una boca de ganso gigantesca, colectiva, que lleva a la derecha de toda la vida, la del nacionalcatolicismo y el rosario en familia, la de las marquesas, los obispos, y los falangistas a decir que es "liberal". Liberalismo, esa doctrina que esa misma derecha condenaba como nefanda no ha mucho tiempo; nefanda en el cielo y en la tierra; condenada por la Iglesia y abominada por una derecha, todavía activa, que la llamaba con gran desprecio "demoliberalismo". Se ha descubierto que la nefanda doctrina no era tan nefanda pues, bien entendida, entendida en su sentido puro del individualismo más extremo, aparte de justificar la privatización del planeta, de países enteros (¿por qué no?), recupera la verdadera igualdad frente a las tiranías de la izquierda, la única verdadera y la única necesaria: la igualdad ante la ley.
Un discurso que pone el liberalismo en la etapa anterior a la crítica de la izquierda, aquella que se refleja con tanta claridad como ironía en la fórmula de Anatole France cuando en El lirio rojo decía que admiraba "la igualdad majestuosa de la ley que prohíbe por igual al rico y al pobre robar pan y dormir bajo los puentes."
(La imagen es una foto de latino_soyyo, bajo licencia de Creative Commons).