El rasgo más característico del discurso de la derecha en España es que no guarda relación inteligible alguna con la realidad. No es un discurso que la defienda, la afirme, la describa, la niegue, la rechace o la disfrace, no; es que la ignora. Solamente en la mayor ignorancia de la realidad puede entenderse que Rajoy dijera el otro día en la clausura de un encuentro nacional de presidentes provinciales e insulares de su partido que éste debe ser exigente ante la corrupción. Y que lo dijera en presencia del presidente del PP de Alicante, José Joaquín Ripoll, imputado en el caso Brugal, por el que se investigan delitos de soborno, extorsión y tráfico de influencias en la adjudicación de contratos públicos en concursos de gestión de los servicios de recogida de basuras en varias localidades alicantinas. Es decir, Rajoy hablaba como si Ripoll no estuviera allí escuchándolo, como si el PP no estuviera trufado de casos de corrupción. Y no sólo parece ignorar la realidad sino que lo reconoce, como cuando afirmó hace unos meses que ni siquiera sabía si Camps estaba imputado en el caso de los trajes. Debe de ser el único español que desconozca algo tan notorio. Cabe suponer que el presidente del PP ignora la situación procesal de una buena parte de su partido, tanta que no es exagerado pensar que se trata no de presuntos delitos cometidos por unos u otros militantes y cargos sin conexión entre ellos, sino de verdaderas estructuras partidistas erigidas para esquilmar los caudales públicos en complicadas redes de las administraciones y empresas privadas a beneficio de cargos del PP que trincan lo que pueden, empresarios sinvergüenzas que pillan la pastuqui y la colocan en paraísos fiscales o la blanquean en los EEUU y del propio PP que se financia ilegalmente. Todo ello supuesto, por supuesto.
No son casos aislados sino una posible compleja trama de la que los ejemplos más llamativos son:
- El caso Jaume Matas en Baleares, con sus palacetes y presuntas malversaciones.
- El caso Gürtel ramificación Madrid con presunta financiación ilegal a través de Fundescam.
- El caso Gürtel, ramificación Valencia, con presuntos expolios a cuenta de la visita del Papa en 2006, con una pastuqui afanada de más de cinco millones de euros; entre otros.
- El caso Fabra, una historia con visos de realismo mágico en la forma de una estirpe de cuatro generaciones de caciques presidentes de la Diputación de Castellón.
- El caso Ripoll y la contrata de la recogida de basuras en la provincia, una presunta práctica en la que el supuesto delito describe simbólicamente el conjunto de ellos y sus partícipes, empresarios o cargos implicados: basura.
- Muchos otros casos menores en multitud de municipios o colaterales, como las supuestas corruptelas de los gobiernos de Murcia y Castilla y León, ambos del PP.
El PP aparece como un partido minado por la corrupción. Y con una actitud frente a ella de típica doblez: mientras exige la dimisión de cualquier cargo del PSOE que aparezca imputado en algún proceso penal, al tratarse de los suyos confunde la responsabilidad penal con la política y no toma medida alguna. Es más, en las próximas elecciones de 2011, habrá numerosos casos de candidatos del PP imputados en causas judiciales penales. Los imputados del PSOE deben dimitir ipso facto; los del PP deben ser elegidos en cargos de responsabilidad. Así es posible que algún candidato haya de interrumpir su campaña electoral para comparecer ante el juez y puede que la proclamación como cargo electo coincida con su condena. Es obvio que, aunque no medie sentencia condenatoria, políticamente no es presentable que haya candidatos sentados en el banquillo de los acusados.
A lo anterior une el PP el mayor índice de machismo de la política ibérica. Las famosas declaraciones del alcalde Valladolid sobre Leire Pajín son como un eco de las muchas de ese tenor que hacen los tertulianos de la derecha, a veces rayanas en la pederastia. Todo ello se quintaesencia en el famoso apotegma de Aznar, receta de valor mundial, de que a él le gusta la mujer, mujer que, dentro de su estulticia, trasluce con claridad el espíritu del dicente.
Y no sólo machismo. En el partido hay un componente xenófobo fuerte. El famoso vídeo electoral en el que se veía a la candidata del PP a la Generalitat, Alicia Sánchez-Camacho, matando inmigrantes e independentistas y que el partido hubo de retirar, sosteniendo que era un error. Con ello diagnosticaba correctamente el mal pero equivocaba el paciente. El error no es el vídeo; el error es el PP.
Minado por la corrupción, machista y xenófobo es el partido político que saca casi veinte puntos porcentuales en intención de voto al PSOE. Ese es el drama de la democracia española.
(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).