Este señor Rajoy que todo cuanto tiene de pomposo, bombástico, tonitronante y grandielocuente lo tiene de trapacero, esquinado, superficial y ambiguo parece destinado a interpretar un papel fijo en las operetas y melodramas que sus ínfimos autores le escriben sin parar, con tanta contumacia que el hombre parece haber llegado a la conclusión de que la realidad no es la que asoma por la ventana todos los días sino la que sus asesores le susurran al oído. El papel de antihéroe burlado con traca final de ridículo. Sus actuaciones parecen pensadas para mover la hilaridad del público por sus estrepitosos fracasos, tanto más hilarantes cuanto mayor es la máquina que los acompaña y las proféticas admoniciones de catástrofe con que las adorna.
Sus últimas escenificaciones merecen pasar a una antología del disparate escénico teniendo además en cuenta que en nuestra debordiana sociedad del espectáculo todo es hoy escenario gracias al ubicuo ojo de la cámara de TV. Como quiera, además, que en el reparto de papeles de su partido, la función de la segunda línea del mando (De Cospedal, Sáez de Santamaría, González Pons) es reproducir las insensateces del jefe o fabricarlas propias que luego aquel las hará suyas si son lo suficientemente disparatadas, el público tiene la diversión garantizada mañana, tarde y noche.
Armó un escándalo descomunal con un sistema de escuchas del ministerio que es el que él mismo implantó cuando gobernaba, si cabe llamar gobernar a lo que hizo. Para ocultar el patinazo tronó que no era al sistema al que objetaba sino a la falta de amparo judicial en su uso. Por tres veces seguidas advirtió el Tribual Supremo que esas escuchas están bendecidas por los jueces. Ya con todas las vergüenzas al aire dio ayer instrucciones a los más tontos de sus voceros en los medios para que fueran por las tertulias predicando que el problema no era el sistema, ni la cobertura judicial sino la falta de una ley orgánica general que regulara la actividad de espías, escuchas, policías y jueces. Por esta vía acabará cuestionando el fundamento legal del sistema que pretende gobernar.
Entre tanto vocerío los suyos consiguieron por fin exasperar al ministro del Interior quien se enfrentó a uno de sus diputados en los pasillos del Congreso diciéndole lo que todos ellos hubieran merecido escuchar; interpretaron mal las palabras del ministro y organizaron nueva alharaca pidiendo, cómo no, su dimisión, cosa tan a su alcance como la luna.
Con motivo del asunto del Alacrana, una vez liberada la nave y sin esperar a su llegada a puerto alguno, pusio en marcha la gran bambolla de fuegos de artificio para dejar al gobierno cual no digan dueñas y, antes de cerciorarse de si tendría apoyo parlamentario suficiente, se lanzó a pedir la dimisión de una vicepresidenta y dos ministros, como el que saluda al portero de la finca. Ante su insensata insistencia, la Cámara hubo de pronunciarse y lo dejó por enésima vez en el más solitario de los ridículos.
Entre tanto, mientras se escenificaba la nueva astracanada de una oposición que confunde el parlamento con un desfile de gigantes y cabezudos, la prensa independiente, es decir, la que no funciona como un gabinete de "ideas" del PP, se hartó de recordar al bíblico señor Rajoy que oscila entre Job y el profeta Elías, que el desastre del Prestige cayó sobre su directa responsabilidad, que el 11-m sucedió siendo él vicepresidente del Gobierno y que a él también le tocó gestionar otro secuestro que duró cuatro veces lo del Alacrana y se resolvió igual que éste, pagando rescate.
Es jaculatoria permanente entre los estamentos más amargados de la opinión reaccionaria del país que el Gobierno está constituido por un grupo de inexpertos e incompetentes como si el hipotético recambio fuera una escudería de ases de la gestión pública. Sin embargo lo que muestra la tozuda realidad día a día es que los problemas van resolviéndose sin grandes destrozos en una situación de crisis muy aguda que el país está salvando sin fracturas sociales apreciables y en un clima de libertad, seguridad y concordia que parece como de otra galaxia cuando se observa el gallinero de la oposición, una balumba general de siniestros agoreros, presuntos corruptos, supuestos apandadores de los públicos caudales, demagogos, pisaverdes, plebeyos con ínfulas de aristócratas, aristócratas con ínfulas de chulapas y espías de la T.I.A. todos ellos bajo el balbuciente mando de un personaje que parece salido de una farsa de su paisano Valle Inclán.
(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).