dimarts, 13 d’octubre del 2009

Berridos.

Dice el señor Rodríguez Zapatero, bendito sea su talante, que los berridos, mugidos, rebuznos y pitadas con que lo reciben todos los años las elegantes turbas fascistas en el desfile del 12 de octubre forman parte del ritual. Era lo que le faltaba al dichoso 12 de octubre, festividad que siempre ha tenido connotaciones desagradables para hacerse del todo odiosa: que se convierta en un minuto orwelliano del odio. Aunque aquí, al tratarse de España y de su proverbialmente estúpida derecha, el minuto acabe siendo sesenta.

El señor Rodríguez Zapatero debe saber bien de lo que habla porque es el mismo comportamiento de que hace gala ocasionalmente la bancada popular en el Parlamento: broncas, abucheos, denuestos y algunas coces cuando el ambiente se caldea y a los conservadores les sale el pelo de la dehesa.

En el caso del desfile de marras resulta claro que es ponérselo a huevo a los fachas: zona bastante nacional, media mañana de un día de fiesta, desfile de militares a los que sería ideal incorporar a alguna asonada y, enfrente, casi como un muñeco de pim-pam-pum el representante máximo del espíritu comunista-masónico, radical izquierdista, separatista, anticlerical, pervertido que se ha apoderado de España. El bobo solemne, el vendepatrias, el incompetente, el traidor a las víctimas. Zapatitos. ¿Cómo se van a privar? ¿Cómo no van a venir a berrear lo que puedan cuando, como se recordará, para los más meapilas de ellos, Zapatero es el Anticristo? Es su forma de hacer política: aprovecharse de los símbolos nacionales (el 12 de octubre, insisto, no es trigo del todo limpio pero, mientras se limpia o no es un fiesta de todos) para sus objetivos políticos, de forma desagradable, chulesca, amenazadora y asnal.

(La imagen es una foto de CaptPiper, bajo licencia de Creative Commons).