Paraísos fiscales a lo largo y ancho de Europa. Blanqueo de capitales. Adjudicaciones ilícitas. Cohecho. Fraude fiscal. Malversación de caudales públicos. Prevaricaciones de todo tipo. Engaños. Estafa. Soborno. Falsificación de documento público. Compra de voluntades. Setenta militantes y cargos públicos del PP investigados, imputados o acusados en un trama gigantesca para saquear los dineros públicos. Tesoreros bajo sospecha. Presidentes de Comunidad Autónoma investigados. Presidentes de Diputación acusados. Todo esto presuntamente, por supuesto, dibuja un panorama desesperado para el principal partido de la oposición en el que no parece librarse nadie.
Como respuesta, ataques a la administración de justicia, intimidación a jueces y fiscales que, al parecer, no tienen otra cosa que hacer que pisar un juanete al señor Álvarez Cascos, insultos a los adversarios políticos, amenazas, chantajes, desprecios a los medios, agresividad verbal, matonismo mitinero, mentiras, acusaciones falsas.
El señor Rajoy lo tiene crudísimo. Ha apoyado públicamente a algunos de los principales encartados en la trama Gürtel y, quiera o no, ha vinculado su destino político al de ellos. Si estos acaban dimitiendo porque los procesan y/o condenan, en buena lógica el señor Rajoy debiera vacar la plaza por si acaso aún se estuviera a tiempo de salvar algo de negra honrilla del partido de los presuntos que casi parecería una asociación de malhechores. ¡Ah! Y eso desde los tiempos del señor Aznar.
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