dimarts, 16 de juny del 2009

Patrullas fascistas en Italia.

Hay una correspondencia entre las ideologías políticas y determinadas formas de ser. En el caso de los fascismos es especialmente evidente. Los fascistas suelen ser gentes autoritarias, paternalistas, machistas, patrióticas, con cierta proclividad al empleo de la violencia (incluso a su culto) a la que gustan recurrir para abortar cualquier tipo de debate porque consideran que la democracia es un régimen corrupto, en manos de demagogos, ladrones y "pervertidos" concepto frecuente en su discurso aunque no necesariamente claro. Les atraen las formas de organización militaristas y tienen una especie de fascinación infantil por los símbolos, cuanto más estrafalarios y tremebundos, mejor. El ejemplo típico son las calaveras de las SS alemanas. En buena medida estos rasgos dibujan también a las gentes de ideología comunista, con alguna variante que no hace ahora al caso porque de lo que se trata es del autoritarismo fascista y no es nada seguro que quienes se llaman a sí mismos "comunistas" hoy tengan muchos elementos en común con el comunismo de la Tercera Internacional y el reinado omnímodo del estalinismo.

Hay que ver con qué rapidez han saltado los fachas italianos a ofrecerse voluntarios para la formación de las nuevas brigadas ciudadanas para ayudar a la policía ordinaria a guardar el orden en los tres ámbitos en que parece necesitar ayuda: la inmigración, la mafia y la llamada "seguridad urbana" que es un concepto 'omnibus' que puede significar cualquier cosa: desde quitar de la calle a los gitanos hasta suprimir las macofiestas de los chavales. Cada cual entiende lo que quiere, lo que permite emplear a las "rondas" de ciudadanos en lo que les guste a estos o a quienes les den órdenes. Por ejemplo, en hostigar a los inmigrantes para que se vayan o intentar echarlos directamente. Lo primero que han hecho estos voluntarios fascistas ha sido embutirse en cómicos uniformes/demostracion, con camisas caquis, mucho correaje, que recuerda a los fasci di combatimento, gorras de plato que parecen del mariscal Rommel y todo llenos de pegatinas, como cuando eran críos y llevaban la chatarra del gótico. Pero una pinta de fascistas que te mueres. La Guardia Nacional Italiana, claro, un flash-back hacia los llamados misinos, esto es, los del Movimento Soziale Italiano cuyo jefe, Giancarlo Fini, es hoy un burgués respetable que está en el gobierno del Cavaliere.

Aquí la cuestión es que el ministro del Interior y el juez que conoce del caso sostienen que la tal Guardia, por muy Nacional e Italiana que sea, es una organización de partido que contradice las disposiciones prohibitivas de voluntariado a los partidos políticos, centrales sindicales y equipos de futbol; Berlusco tiene uno. Pues es posible; pero ¿qué pasará si vuelven a organizarse pero no dicen nada ni se ponen un nombre pero actúan coordinadamente con un órgano "técnico"? Probablemente lo legalizarían como fue legal Batasuna algún tiempo. La cuestión es que el problema está en la propia ley que es inconstitucional porque priva al Estado del monopolio legítimo de la violencia, al compartirlo con individuos y/o grupos privados. Aunque no lleven armas. Van uniformados, están amparados por la ley, tienen una jurisdicción, poseen fuerza coactiva estatal, aunque desarmados. Esas asociaciones pueden decidir vigilar y hacer cumplir la ley en los barrios de los ricos, desdotando a las fuerzas de seguridad del Estado ("no hay dinero"; "no ha habido ingresos" porque alguien ha bajado los impuestos) y dejando que el crimen se enseñoree de los barrios pobres. Así se demuestra que la pobreza y la crminalidad están correlacionados y se da la razón a los victorianos y muchos eclécticos científicos contemporáneos que sostienen que la ciencia confirma los datos racistas de mayor o menor inteligencia, capacidad moral, etc, según etnias, razas o cualquier otra invención.

El Estado debe dejar de privatizarse. El mercado es necesario para la vida en sociedad, pero no es la vida en sociedad. Hay ámbitos desmercantilizados. Y el Estado debe conservarlos, protegerlos y ampliarlos dentro de un proyecto de sostenibilidad que ya cabría ir iniciando. Entre otras cosas porque, como se ve, la absoluta mercantilización y privatización, hasta de los servicios y bienes públicos más elementales, como la salud, la educación y la seguridad, también rompe los principios del mercado y genera privilegios aunque siempre en favor de los ricos y en contra de los pobres.

Estos pisaverdes a los que sólo falta el penacho de los bersagliere son producto italiano. Como lo son quienes se les opongan, que los habrá. Y, al final, la seguridad urbana en Italia y en otras partes, puede acabar convertida en el famoso campo de Agramante de todos contra todos y que gane el más fuerte. Sin embargo, de estos conflictos, que son el resultado del enfrentamiento de ideologías, tienen que salir las ideas que encarrilen de nuevo el mundo. Pero que lo encarrilen no con recurso al recetario neoliberal, que es el responsable mismo de la crisis sino con el recetario moderado socialdemócrata de ampliar el Estado del bienestar y acudir a las políticas keynesianas convenientemente adaptadas a la nueva situación.

(La imagen es una foto de bandanas vignette, bajo licencia de Creative Commons). La traducción del texto, más o menos: "¿De verdad tenemos que renunciar al saludo fascista?" "Si, mientras financiemos las rondas con fondos públicos es una orden taxativa. ¡Sieg Heil!".