dimecres, 3 de juny del 2009

Ética y futuro de la democracia.

Con este título ha organizado Monseñor Rouco unas jornadas en el CEU, paralelas al tramo final de la campaña electoral y con el muy evidente ánimo de influir en ésta en el sentido que cabe imaginar. Están llamados a impartir su sabia doctrina sobre asunto tan intrincado, entre otros, los señores Bono y Aznar, de quienes se esperan grandes aportaciones teóricas, sobre todo, claro es, del segundo quien, desde que dejó el Gobierno de España, no ha parado de largar en todos los foros imaginables y siempre en defensa de las ideas más reaccionarias, anticuadas, agresivas y autoritarias, expuestas con la suficiencia y el engolamiento que sólo da la ignorancia.

En el día de ayer sentó cátedra Monseñor Francisco Javier martínez, arzobispo de Granada y presidente de la Comisión Episcopal para la doctrina de la fe. Es Monseñor Martínez un personaje peculiar por cuanto su condición de clérigo no le impide haber sido condenado en firme por un tribunal de justicia a una multa de 3.500 euros por un delito de injurias y coacciones a un cura de su jurisdicción. Pero, como la justicia del Señor sigue caminos que sólo Él conoce, este príncipe de la Iglesia, en lugar de pasar una temporada callado, comparece en el foro de Monseñor Rouco a explicar la verdadera doctrina católica acerca de la democracia que ya no es un pecado y un mal, como en tiempos no ha tanto tiempo pasados cuando, por ejemplo, en España se hablaba del "demoliberalismo" como el que habla hoy del crimen organizado. Hoy, la democracia es un bien que hay que proteger y del que hay que difrutar... pero dentro de un orden. Para evitar que la sana libertad engendre el feo vicio del libertinaje. Por ejemplo, cultivando y respetando determinados valores, porque, como dice este doctor sutil, una democracia sin valores se convierte en una dictadura afirmación que me parece tan dictada por la osadía como por la falta de juicio. No porque yo crea que la democracia no tenga nada que ver con los valores sino porque la Iglesia de la que es purpurado Monseñor se regía por un Concordato con la dictadura de Franco que, al parecer, estaba basada en solidísimos valores nacionalcatólicos, al extremo de que el Dictador gozaba del privilegio de derecho de presentación muy útil para nombrar obispos en España.

En cuanto al asunto concreto de la democracia y los valores, aunque como buen instrumentalista y procedimentalista a mí los valores me parecen indiferentes a la hora de que la democracia funcione eso depende de que haya normas y procedimientos y estos se cumplan. Con respecto a los valores la democracia es tan respetuosa con ellos que admite que (casi) todos son legítimos y lo lógico es que prevalezca un pluralismo axiológico. Pero no es esto lo que dice Monseñor, no quiere Monseñor una democracia basada en todos los valores sino solamente en los suyos. De ahí que exija terminar con el "relativismo", con la creencia de que los valores son "subjetivos", para defender, sin duda la de que hay valores "objetivos", lo que quiere decir que hay que terminar con la idea de que todos los valores valen lo mismo y defender la de que unos valen más que otros o se imponen a esos otros. ¿Cuáles? Los de Monseñor, por supuesto.

Así que, como se ha visto bien a las claras, el único peligro real para la democracia es Monseñor Martínez que, además de estas peligrosas falacias en pro de la dictadura y en contra de la democracia, dice sinsorgadas como la siguiente: educar en valores es como quitarse de la cocaína con metadona, que no se sabe si le parece bien o no.


(La imagen es una foto de desaparezca.net, bajo licencia de Creative Commons).