El presidente Obama ha venido a la celebración del 65 aniversario del día D, el desembarco en la playa de Omaha en Normandía, que abrió el segundo frente y selló el comienzo del fin de la segunda guerra mundial. Escenas muy solemnes y emotivas y discursos sentidos y trascendentales. No obstante, con el paso del tiempo, las cosas tienden a enredarse, los significados, unos a hipostasiarse y otros a oscurecerse y hasta perderse y, al final, nos encontramos con situaciones cuya verdadera interpretación requiere algunas consideraciones previas. En este caso:
Esa idea que se desliza en los discursos del señor Obama y otros de que el desembarco de Normandía en 1944 fue el turning point en la guerra y que a los soldados que allí desembarcaron se debe que se ganase la guerra no es correcta. La guerra ya la habían perdido los alemanes en Stalingrado ante los soviéticos. Fue el ejército ruso el que venció a Alemania. Y, por cierto, mientras lo hacía, la Unión Soviética no se cansaba de pedir a los angloamericanos que abrieran un segundo frente en Europa que aliviase la presión alemana sobre el frente del Este. Pero los aliados no lo hicieron, tardaron más de un año en organizar el desembarco de Normandía que, efectivamente, obligó a los alemanes a dividir sus fuerzas, y sólo lo hicieron cuando comprendieron que la guerra, de hecho, ya la habían ganado los soviéticos que ahora amenazaban con ocupar ellos solos Alemania. Dicho se sea sin menoscabo alguno para la importancia de la operación del Día D y el heroísmo de quienes tomaron parte en ella.
En las celebraciones están ausentes los alemanes y los italianos puesto que ellos no participaron en el desembarco sino que eran el motivo por el que el desembarco se había producido. Pero sí están los franceses cuya participación en el esfuerzo de guerra contra Alemania, con ser muy apreciable simbólicamente, no era digna de consideración desde el punto de vista material. Son las ironías de la historia.
De los derrotados europeos en aquella guerra, Alemania e Italia, hemos sabido también muy acordemente con los estereotipos que sobre ellos rigen. La señora Merkel ha acompañado al señor Obama a visitar el campo de Buchenwald, prueba y testigo de aquella maldad. El señor Berlusconi anda peleando en Italia para que no se conozcan sus aficiones privadas de vejete millonario libidinoso y no se sepan sus corruptelas y sus costumbres de invitar a otros ancianos prebostes con cargo al erario público italiano a esta orgías con ninfas. Como si el tiempo no hubiera pasado y aquí tuviéramos de nuevo al emperador Calígula en su villa de Capri rodeado de efebos y sirénidos.
Es una forma italiana de celebrar el día D, distinta de la de los serios y esforzados protestantes del norte, incluido el afroamericano.
(La imagen es una foto de army.mil, bajo licencia de Creative Commons).