Un triunfo grande del señor Rodríguez Zapatero y el señor Obama, un triunfo del sentido común la buena educación, la cortesía entre gentes que han de trabajar juntas y se aprecian por encima de sus inclinaciones, filias y fobias personales. Y una derrota sin paliativos para todos esos cutres, miserables, rastacueros y tiñosos que aspiraban a que las relaciones entre España y los Estados Unidos al más alto nivel siguieran bloqueadas porque así podían atacar más al presidente del Gobierno en detrimento de los intereses generales de España. Me alegro en ambos casos. Me alegro por el triunfo de Rodríguez Zapatero y Mr. Yeswecan y me alegro del berrinche que se habrán llevado los siniestros del PP.
Pero no se crea que es una alegría incontenible que todo lo borra, no. Ahora que está resuelto a general satisfacción el lamentable episodio del desencuentro entre el señor Bush y el señor Rodríguez Zapatero, conviene hacer un somero análisis que ponga las cosas en su sitio.
El choque se produjo cuando el presidente español, cumpliendo una promesa electoral y en uso de la soberanía del Estado de España, retiró las tropas del Irak, a donde las había mandado el señor Aznar, obedeciendo servilmente las órdenes de los gringos a participar en una guerra criminal. Al reaccionar como reaccionó el señor Bush, negando el saludo al señor Rodríguez Zapatero durante cinco años, demostraba que despreciaba la soberanía y la independencia de España y, con ella, la dignidad de los españoles. Porque los mandatarios no están en donde están para dar rienda suelta a sus prejuicios y (en el caso del señor Bush) sus muy evidentes deficiencias mentales, sino para actuar con arreglo a los intereses nacionales que representan y, según dichos intereses y las convenciones de las naciones civilizadas, España estaba perfectamente legitimada para adoptar la decisión que adoptó y el señor Bush incurrió en la más despreciable desmesura cuando se tomó el asunto por lo personal y bloqueó las relaciones por ello. Según dicha actitud, el único presidente español aliado de los EEUU que Bush estaba dispuesto a aceptar era el que, por complecerlo a él, debería romper sus promesas electorales y de paso, como hizo el señor Aznar ser un correveidile y ponerse de alfombra a sus pies.
Durante estos cinco años el PP ha actuado con la roñosería moral que lo caracteriza, alegrándose de la grosería inadmisible del patán tejano y tirando piedras contra el propio tejado español en lugar de cerrar filas con el Gobierno legítimo e independiente de España, reafirmando su dignidad frente al menosprecio gringo. El colmo de la miseria lo alcanza, como siempre, el señor Aznar que, siendo tan amigo del señor Bush como dice ser, fue incapaz de mediar en tan desagradable incidente dejando claro al estadounidense que su condición de español (de la que tanto alardea cuando no hace falta) prima sobre su filiación política.
Mediante el encuentro de ayer, los señores Obama y Rodríguez Zapatero han restablecido la normalidad democrática de las relaciones entre dos aliados. Como debe ser.
N.B.: francamente, es intolerable que los mandatarios españoles no hablen inglés. Intolerable, incomprensible y una vergüenza. El señor Rodriguez Zapatero lleva cinco años en la presidencia. ¿No se le ha acurrido a nadie en esas docenas de lumbreras y asesores que hay en La Moncloa la vulgar ideílla de contratar una hora diaria de inglés con un profesor particular que pagaríamos encantados muchos, si no todos, los españoles? Porque con una hora diaria en cinco años, el encuentro de ayer hubiera resultado menos grotesco, con el señor Obama soltando una alocución de la que el señor Rodríguez Zapatero no entendió nada.
(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).