Es noche cerrada en mitad de la tormenta. Ráfagas de viento y lluvia golpean los ventanales del Refugio del pirata, edificio neogótico que se asoma a la Costa da Morte en Galicia y en donde se encuentra alojado don Mariano Rajoy que anda de campaña electoral por su tierra. Su sueño es inquieto y sobresaltado, se revuelve en la cama, lanzado algún gemido que otro. Por fin se despierta, enciende la lámpara y contempla con espanto a los pies del lecho el espectro de don Mariano Fernández Bermejo que se le aparece como un nuevo Banquo. En ese momento, un chasquido de un rayo próximo deja el hotel sin luz. La escena queda ahora bañada en la lívida luz ocasional de los relámpagos y el suave resplandor ectoplásmico del ex-ministro de Justicia.
Mariano R. ¿Qué quieres, espectro? ¿A qué has venido aquí? Vete de mi presencia. Ya no eres ministro.
Mariano B. Por eso precisamente he venido. Tengo algunas cosas que ajustar contigo. Pero no temas, que no te haré violencia.
R. ¡Yo no trato con espectros! A mí sólo me preocupan los problemas de los españoles.
B. El primero de los cuales es el partido de presuntos mangantes y chorizos que diriges.
R. ¡Esas son calumnias, mentiras, difamaciones! Aquí no hay más que una campaña del Gobierno en contra del PP organizada por ti y por el juez socialista Garzón en esa cacería por la que has tenido que dimitir.
B. Sí, yo he dimitido por coherencia y honradez. A vosotros, en cambio, no os salva ni la paz ni la caridad de los procesos por corrupción en la que estáis hasta las cejas
Rajoy se levanta en pijama, camina medio a tientas hasta el mueble bar y se sirve un whisky.
R. ¡Jajaja! No me hagas reír, Vermello. Por ahora tú has tenido que dimitir y al juez Garzón le queda un telediario, cuando se recupere del sofocón que le ha dado. De momento aquí sólo se habla de vosotros dos, pardillos. Hemos conseguido cambiar el marco del debate, el foco de la atención.
B. Las investigaciones seguirán su curso...
R. Sí, pero en los Tribunales Superiores de Justicia de Madrid, de Valencia, en el Supremo, que son magistrados integérrimos, imparciales...
B. Quieres decir de los vuestros.
R. Oye, Vermellín, que a ese pío varón que preside el Supremo en olor de santidad y en obediencia a Monseñor Rouco Varela no lo puse yo. Yo hubiera puesto a alguien con más fibra. Lo puso tu señorito.
B. Aun así, con mi dimisión se cierra una etapa y se vuelve al asunto que importa: la corrupción del PP.
R. Alto ahí; no corras. Todavía tenemos mucha tajada que sacar de tu dimisión. ¿No sabes, infelice, que las dimisiones son como los racimos de cerezas? Tiras de una y vienen más.
B. Será si haces leña del árbol caído.
R. Normal muchacho, en política eso es normal. Oye ¿quieres un whisky? Ah, no, olvidaba que los espectros no beben. Ahora vamos a dar un rato la murga con Solbes, el propio Zapatero; y la dicharacha Díez está echándonos una manita pidiendo la dimisión de toda la bancada sociata. Eso para abrir boca. Para luego, ya se nos ocurrirá algo. Tengo a Trillo, uno de mis fieles, volcado en el asunto y ese tío es fantástico enredándolo todo.
El espectro emite un gemido.
B. Trillo, el que no admitió responsabilidad alguna ni dimitió por haber contratado un vuelo sin garantías en el que perecieron sesenta y dos militares españoles. Y tiene el rostro de pedir la dimisión de los demás; él, que es una persona indigna.
R. Cuestión de oportunidad, amigo mío. Hay que saber resistir.
B. En efecto, es vuestra fórmula: resistir. Cuando el Prestige de cacería estaban Fraga, presidente de la Xunta y Álvarez Cascos, ministro de Fomento. De cacería siguieron y ninguno dimitió de nada.
R. ¿No te digo? Es que habéis nacido ayer, hombre. Nunca se debe dimitir porque es peor. A ver. Yo mismo era entonces vicepresidente del Gobierno, dije los de los hilillos de plastilina... y aquí estoy, a punto de convertirme en presidente del Gobierno español dentro de tres años.
Por primera vez el espectro pareció relajarse. Se sentó en un sillón y cruzó las piernas.
B. Habrá que verlo. Con las pruebas de corrupción que hay y lo que se os viene encima no vais a comeros una rosca.
R. ¿Por qué?
B. Porque esa miriada de consejeros, concejales, asesores, espías que tenéis, todos más ladrones que caco, según indicios, salpican además a vuestros políticos más emblemáticos, como Esperanza Aguirre o Francisco Camps. Y eso sin contar con las ramificaciones de esa trama de corruptos que afecta a ministros de los gobiernos de Aznar.
R. Eso de que hablas ¿son imputaciones en firme o meras suposiciones? Porque si son imputaciones en firme, te va a caer un querellón de órdago. ¿De eso es de lo que conspirabas con Garzón el sociata mientras le dábais al venado? Otro querellón al juez.
B. No, no, son indicios, ya lo he dicho, presunciones, suposiciones, pero muy sólidos. Todo eso pondrá en marcha la maquinaria de la justicia...
R. ¡Ja! La maquinaria de la justicia. ¿Sabes tú por dónde nos pasamos la maquinaria de la justicia? Exactamente, hombre, por donde lleva cinco años pasándosela ese ciudadano ejemplar que es Carlos Fabra, que seguirá así hasta que esos presuntos (e inexistentes) delitos hayan prescrito.
B. Esta vez no; esta vez os hemos pillado. La trama es de avío y os va a caer un paquete en consecuencia.
Ya con más familiaridad, Rajoy se sirve otro whisky a tientas, suspira como quien tiene que hacerse cargo de un alumno retrasado, mueve la cabeza de un lado para el otro y regresa a su mullido lecho.
R. Los progres, sociatas y rogelios no tenéis arreglo. Tantos años estudiando marxismo para nada. Aún no habéis entendido que los (¿cómo los llamáis?) "aparatos represivos del Estado", la policía, los jueces, son intrínsecamente de derechas, de los nuestros, vamos. Pregunta por ahí que pasó con el caso Naseiro. Y también lo son lo que llamáis "aparatos ideológicos del Estado", los medios de comunicación, la Universidad, la Iglesia. No te cuento nada, la Iglesia. Todos a sacarnos las castañas del fuego porque las derechas, a diferencia de los progres y la izquierda, sabemos muy bien en dónde están nuestros intereses y vamos unidos a ellos como una piña.
En ese momento vuelve la luz y, desconcertado, el espectro de Bermejo hace ademán de incorporarse como si quisiera poner fin a la entrevista, lo cual es innecesario porque ya haa empezado a desvanecerse mientras Rajoy termina su parlamento.
R. Además, la gente, los electores, que son muy sabios, comprenden que la corrupción es inherente a la actividad política, que todos los políticos somos iguales de corruptos (ya se encargan nuestros intelectuales de difundir este argumento) y que, a igualdad de corrupción, más cuenta traemos nosotros que sabemos hacerlo con clase y estilo y la costumbre, convertida en derecho, nos viene de antiguo, de la tradición, de cuando los antepasados de esos votantes eran los siervos de los nuestros. Y eso les hace votarnos y, cuanto más inútiles y más corruptos, más nos votan. Pregunta, pregunta, cuántos votos sacamos en la aldea en la que impactó de lleno el chapapote del Prestige.
Pero ya no queda nadie escuchándolo. El espectro de Bermejo se ha desvanecido como humo y al pie del sillón en el que se sentó sólo queda un charquito de agua de la lluvia que le cayó encima al entrar en Refugio del pirata. Rajoy paladea su whisky, apaga la luz y reconcilia el sueño, brevemente interrumpido por un amago de pesadilla.
(La imagen de Rajoy es una foto de Contando estrelas, la de Fernández Bermejo, de Público, ambas con licencia de Creative Commons).