El sondeo que trae hoy el diario Público da mucho en qué pensar. Aunque la crisis económica esté resultando más grave de lo que los expertos y zahoríes vaticinaron y aunque la reacción del Gobierno no haya sido especialmente rápida, oportuna o brillante, el PSOE aventaja netamente al PP en 2,1 puntos y 6,2 si tenemos en cuenta la intención declarada de voto. Esta ventaja invierte la situación que se daba en septiembre cuando el PP sacaba al PSOE ocho escasas pero significativas décimas. La explicación de esta inversión de tendencia podría encontrarse mirando el gráfico. Se ve cómo el PSOE se precipita entre agosto (43,6% de intención de voto) y septiembre (38,3%), perdiendo cinco puntos porcentuales y cómo, a partir de septiembre comienza a remontar hasta el mes de noviembre, manteniéndose en diciembre en ese 4,3%. En mi opinión, el descalabro de agosto-septiembre se debió a la irritante actitud del Gobierno de negar lo evidente, la crisis; y la recuperación se ha dado cuando el señor Rodríguez Zapatero recobró la cordura, llamó a las cosas por su nombre y probó estar trabajando con ahínco en resolver una situación que agobia a todo el mundo en vez de ejercitarse en logomaquias que parecían tomaduras de pelo. Los sondeos subsiguientes nos ilustrarán sobre cómo va juzgando la gente el resultado de las medidas adoptadas.
El PP muestra una línea de paulatino e inexorable descenso que cada cual interpretará a su gusto. La ultraderecha (los llamados "liberales") dirá que la culpa es de la falta de liderazgo del señor Rajoy y el señor Rajoy culpará a la labor diversionista y de zapa de la ultraderecha. En mi opinión los magros resultados del PP se deben a su modo bronco y crispado de hacer política que no gusta en España. Los medios conservadores, en especial la COPE y El Mundo pueden pensar que esa actitud es la adecuada y quizá lo sea para sus audiencias (aunque se pueda sospechar, visto el último Estudio General de Medios, que tampoco) pero las elecciones no las ganan los menos de dos millones de oyentes de la radio episcopal sino los ocho o nueve millones más de personas que hay que añadir para alcanzar la mayoría en el Congreso. En esos nueve millones hay mucha gente a la que repele la agresividad dialéctica de la derecha mediática. En los treinta años de democracia, el PP sólo ha ganado dos elecciones y no es insensato pensar que fue debido a la profunda postración en que se encontraba el PSOE, literalmente destartalado por los desastres del último Gobierno del señor González. No ganó el PP sino que perdió el PSOE. Y el PP no ganará mientras siga sin centrarse en serio (no cosméticamente) y continúe con un lenguaje crispado y agresivo. Es un error garrafal creer que la política de trinchera paga.
Los datos de los demás partidos, a distancia considerable de los dos mayoritarios, sólo ofrecen como nota relevante la recuperación de IU tras su asamblea federal hasta el tercer puesto y la moderación (con descenso) del espectacular crecimiento de Unión, Progreso y Democracia (UPyD) en los meses de septiembre y octubre hasta el cuarto lugar. Pero en ambos casos trátase de 4,5% y 3,5% de intención del voto, magnitudes escasamente relevantes y que apenas si darán para uno o dos diputados. Es cierto que UPyD sigue triplicando sus resultados con respecto a 2008, pero siguen siendo insuficientes para que aumente en representación, salvo que esa intención triple de voto se concentre en alguna circunscripción, por ejemplo Madrid.
Lo sorprendente es la valoración de los distintos dirigentes políticos. La más alta (4,9 puntos) es para el señor Rodríguez Zapatero. Le sigue el señor Rajoy a cinco décimas de distancia. Pero la señora Rosa Díez consigue equipararse con el presidente del Gobierno. De haber alguna relación entre esta puntuación y la del partido, UPyD habría de sacar más de ciento cincuenta diputados en las próximas elecciones, lo que sería realmente extraordinario para una fuerza que cuenta con uno solo. Esa alta valoración de la señora Díez es la del político maverick o el tributo que el personal gusta pagar a la zona de esperpento de la política, un resultado que probablemente satisfaga el ego bastante abultado y las ambiciones personales, que no lo son menos, de la antigua militante socialista, en quien la gente cree ver a una especie de Pepito Grillo del Gobierno, pero que aún está lejos de afectar a la relación real de fuerzas políticas parlamentarias. Queda mucho tiempo hasta las elecciones y sólo si la señora Díez tiene la fuerza del corredor de fondo podrá hacer mella en el alto índice de concentración de los dos grandes partidos que es casi del 84 por ciento en el voto y, con sus 322 diputados en conjunto, del 92 por ciento en la representación parlamentaria. Pero, de conseguirlo (y está por ver a costa de cual de los dos partidos), podría funcionar como el menor de una hipotética coalición parlamentaria con uno de aquellos, quizá como un partido bisagra. Y dado que la señora Díez y su partido son más que nada una creación de los medios, especialmente de Telemadrid y del señor Buruaga (que estuvo meses llevándola a su programa como "representante del PSOE") será un buen momento para ver qué resultados obtienen los llamados partidos mediáticos.
(Las imágenes son gráficos de Público, bajo licencia de Creative Commons).