En el día de ayer, día de jolgorio universal en el que hasta quienes marchan con calendarios distintos, como los chinos o los musulmanes, estaban celebrando el tránsito del año, dos organizaciones terroristas estuvieron presentes en su ordinario quehacer, como señalando que para ellas no contaba la festividad y que era día laborable como otro cualquiera. ETA por un lado y el Estado sionista por otro. Debieron de pensar que, pues lo suyo es el fuego, era cosa de sumarse a los de artificio y festejo del momento.
ETA atentó contra el edificio de la televisión vasca con una bomba previamente avisada. Los israelíes siguieron bombardeando Gaza en preparación del ataque que lanzarán previsiblemente en las próximas horas. En ambos casos estos actos de barbarie tienen interpretaciones que no pueden dejar de hacerse.
Los etarras comunican a la sociedad que, como el buey, vuelven al surco, que si no matan es porque no quieren. Lo de menos es el sitio del atentado: la televisión. Subrayarlo sólo sirve para acrecer la autoconciencia de los medios sobre su propia importancia. Pero ETA atenta y atentará contra cualquier valor simbólico, incluidos los asilos de la tercera edad, excepto los eclesiásticos, según muy atinado comentario de Max en esta entrada. Lo que los etarras pretenden con su estólida insistencia es que se cuente con ellos y con sus pretensiones. Como éstas consisten en liberar al pueblo vasco de la oprobiosa tiranía española, son justas por definición y por el intrínseco valor de la raza, sólo desistirán si hay una negociación. En su primitivo concepto del ser negociar significa salirse con la suya tous azimuts. El sentido de la historia está con ellos. Es un discurso que no deja lugar a dudas, y las cosas seguirán así hasta el fin de los tiempos. No hay nada que hacer sino aceptar un porvenir hecho de policía, jueces, cárceles, más bombas, más policías, más jueces, etc.
En el caso de los sionistas, atrapados en su política genocida, tampoco pueden hacer algo distinto. Desde que empezaron las ocupaciones, esta situación estaba preescrita. La estrategia la marcan los ultras. Los llamados moderados, los israelíes comprensivos, los demócratas, sirven de hoja de parra para que los genocidas que quieren limpiar Palestina de lo que no sean ellos se salgan con la suya. Son como ETA pero a diferencia de ésta, llevan las de ganar. Entre tanta gente como hay en Palestina siempre habrá grupos dispuestos a morir matando antes que vivir humillados, de rodillas, permanentemente maltratados, esquilmados, preteridos. Igual que hay terroristas suicidas individuales hay decisiones colectivas suicidas. Obligar a Israel a exteriorizar y acelerar sus planes de exterminio puede ser una decisión táctica de los palestinos o de la parte radical de ellos. Quizá su único recurso: forzar a los demás países musulmanes y los occidentales a reconocer y tragarnos que estamos siendo cómplices de un genocidio que dura ya sesenta años. Ignoro cuál será su rendimiento. Pero es cierto que no tienen opciones.
(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).