Hice bien ayer en dejar mi entrada escrita con anterioridad a que el señor Rajoy mostrara su acuerdo con el Gobierno en materia antiterrorista. La unidad de los demócras duró menos de veinticuatro hras.
La principal responsable de que la Cámara legislativa escenificara su división fue la señora Rosa Díez que presentó una moción a sabiendas de que el PSOE no la votaría. El PP se limitó a negociar con la señora Díez la aceptación a alguna enmienda de su propuesta y votó a favor. Las enmiendas, por lo demás, servían para endurecer la propuesta originaria. Por ejemplo, ésta pedía disolver los ayuntamientos gobernados por Acción Nacionalista Vasca (ANV) en un plazo no superior a tres meses y los del PP querían suprimir esos tres meses y hacer firme la expulsión inmediata.
Por supuesto, los dos partidos sabían que perderían la moción y a los dos les interesó presentarla. UPyD la presentó porque, siendo un partido pequeño y poco conocido, anda a la caza de todo lo que le dé visibilidad. El PP porque es la forma más evidente de delatar una divisoria, un enfrentamiento, una separación que no debiera de existir y que existe gracias en buena medida al propio PP. En realidad, los dos partidos unieron sus votos en la iniciativa perdedora porque, en su opinión, ganaban así votos. Los dos también están interesados en que la opinión pública que invocan para aplicar la Ley de Bases de Régimen Local de 1985 ignore que dicha ley impone condiciones que hacen inviable su aplicación de una sola vez y para todos los casos de ayuntamientos del País Vasco gobernados por ANV. Lo que apoyan, pues, es una moción que triunfa en la medida en que fracase porque, si se aprueba, los tribunales tendrían que bloquear la acción del Gobierno por ilegal.
Hubiera sido más viable, aunque con una viabilidad altamente dudosa desde el punto de vista moral la propuesta de modificar la ley en cuestión. Digo altamente dudosa porque encuentro inmoral cambiar la ley cuando no nos satisface. Pero tampoco hubo lugar porque UPyD, que había aceptado las enmiendas del PP a su propuesta, rechazó las del PSOE. De este modo se llegó a ese desastre de 143 a favor y 188 votos en contra en una materia en que el Parlamento habría de estar unido como una piña. La facilitadora de esa desunión y quien da alas a la corriente política que dice querer eliminar es la señora Díez, en un acto de oportunismo sin límites.
Porque para UPyD todo este episodio ha sido beneficioso en el único asunto en que se conoce de la existencia del partido como unidad de voluntad. Nadie, en cambio, sabe qué opina OPyD como partido ante los demás asuntos de la agenda legislativa. Su carácter de partido monotemático hace que normalmente no se sepa nada de su existencia, excepto el día en que suena la flauta con una melodía que interpreta él como partido. En el caso del PP el móvil para hacer partidismo con la política antiterrorista es similar pero revela mayor irresponsabilidad ya que se trata de un partido que aspira en serio a serlo de gobierno y lo hace mostrando que es incapaz de anteponer los intereses generales a los de sí mismo como partido.
Además de la indignación que puedan producir comportamientos tan desleales con la democracia, la cosa adquiere todo su cómico patetismo si lo ponemos en términos cuantitativos: ayer pudimos ver cómo el Parlamento decía que no al intento de una minoría de obligar al Gobierno de la mayoría a actuar de acuerdo con sus criterios y, a su vez, dicha minoría estaba compuesta por otras dos, una relativamente numerosa y otra de una sola persona que era quien había presentado la propuesta luego votada. Es decir ayer pudimos ver cómo el Parlamento decía que no al intento de una diputada de obligar al Gobierno del país a actuar según sus criterios.
(La imagen es una foto de jmlage, bajo licencia de Creative Commons).