La democracia es muchas cosas para muchas gentes pero una es para todas: las decisiones se adoptan por mayoría. Esa es una condición necesaria para que haya democracia; puede que no sea suficiente pero, desde luego, es necesaria. Si no hay decisión por mayoría no hay democracia, aunque se den otros factores muy encomiables.
A su vez las decisiones, sean mayoritarias o no, requieren una deliberación previa y en toda deliberación se puede intervenir de buena o mala fe. Si la deliberación es de mala fe la decisión mayoritaria seguirá siendo legítima por ser mayoritaria pero dejará que desear en otros aspectos. Es mi criterio que la derecha española participa de mala fe en las deliberaciones. Mala fe es: 1º) decir que algo está mal; 2º) hacerlo, 3º) negar que se haya hecho; 4º) acusar al adversario de hacerlo. Pongo algunos ejemplos que están a la vista de todos.
Cuando los socialistas tenían mayoría absoluta en el Parlamento, la derecha (y otros, pero eso aquí es irrelevante) los acusaba de recurrir al rodillo y negar el consenso, siempre tan encomiado, sobre todo cuando se está en minoría. La señora Aguirre acaba de hacer aprobar una reforma de la vigente ley de Cajas para llevar adelante sus designios en Cajamadrid valiéndose de su mayoría en la Comunidad de Madrid y de la triquiñuela ya expresamente prohibida en el orden legislativo nacional de una ley de acompañamiento a los Presupuestos. Y no solamente es rodillo para la oposición sino para su propio partido en el Ayuntamiento cuya presencia en los órganos de la entidad financiera queda muy debilitada.
A su vez en el caso de decisiones que requieran una mayoría superior a la absoluta, por ejemplo, en el de los nombramientos de miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPD) o del Tribunal Constitucional (TC), la minoría puede serlo de bloqueo. Si la derecha está en esa situación puede darse por seguro que bloqueará las decisiones que no le reconozcan una presencia en dichos órganos superior a la que proporcionalmente le corresponde. Por eso bloqueó el CGPJ durante la legislatura pasada y sigue bloqueando la renovación del TC.
La derecha suele criticar con mucha contundencia la tendencia de la izquierda a utilizar los medios de comunicación de titularidad pública (radio y tv) en beneficio propio y es posible que tenga algo de razón, aunque será necesario reconocer que quien ha mejorado notablemente la independencia de la radiotelevisión española ha sido el Gobierno del PSOE. Si eso se compara con la situación de Telemadrid que es literalmente la voz de su ama la conclusión está clara. Aquí el argumento de la proyección agresiva es total: 1º) se dice que manipular los medios públicos es malo; 2º) se hace; 3º) se niega que se haga; y 4º) se acusa al adversario de hacerlo. Que yo sepa sólo el señor Aznar se atrevió a nombrar director general de RTVE a un diputado, un militante de su partido, el señor López Amor; y sólo sobre Telemadrid ha recaído una sentencia condenatoria de los tribunales con obligación de rectificar en una información manipulada sobre el sindicato C.C.O.O.
En cuanto a los medios privados la derecha sostiene que la izquierda está apoyada por un poderoso holding, el grupo Prisa, al que a veces se refiere como "monopolio", ahora "duopolio" ya que ha de añadirse el diario Público (pinchen en el link que no tiene desperdicio). Sin embargo ningún medio de Prisa ni Público tiene un grado de identificación con la táctica y estrategia de la izquierda lejanamente comparable al que tienen los medios de la derecha que, además, son muchos más: COPE, El Mundo, Abc, La Razón, aunque no tengan tanto éxito. No sólo la abrumadora mayoría de comentaristas y columnistas de estos medios sino su propia línea editorial colabora con la táctica y la estrategia de la derecha criticando ciertos aspectos, proponiendo otros y tratando de mejorar sus expectativas electorales y de reducir o eliminar las de la izquierda. Son medios militantes, de partido.
La derecha predica hasta desgañitarse que hay que reducir la deuda pública y eliminar el déficit presupuestario. Ayer mismo el señor Montoro rechazaba el plan de financiación de las Comunidades Autónomas presentado por el Gobierno porque aumentará la deuda y el déficit, ambos perniciosísimos. Pero resulta que el señor Ruiz Gallardón tiene el Ayuntamiento más endeudado de España. En este último caso se rompe el eslabón tercero del "razonamiento" de la proyección perversa, esto es, la negación de estar haciendo lo que se está haciendo. Pero se suple con un recurso análogo a la negación: consultado el gabinete de comunicación del Ayuntamiento de Madrid, un portavoz informó de que no podían hacer comentarios sobre la cuestión porque el personal estaba de vacaciones.
En principio la democracia es un régimen tan sano que puede hasta con la mala fe. Pero es claro que ésta pervierte cualquier debate y que tal perversión no se oculta a la gente, a la opinión pública, predisponiéndola en contra. Si esto no se corrige es probable que la derecha pierda las próximas elecciones y entonces comenzará una fuerte polémica en su seno. Los de la mala fe sostendrán que el descalabro se debe al intento de Rajoy de restablecer la buena fe en el debate, actitud que consideran entreguista. A su vez los que van de buena fe acusarán de la pérdida a los de la mala fe y en mi modesta opinión acertarán. En tanto la derecha no respete el juego limpio de la deliberación democrática sólo podrá ganar elecciones cuando la izquierda lo haya hecho tan mal que la gente vote a la derecha; no tanto por votarla como por votar en contra de la izquierda.
La imagen es una foto de Andres Rueda, bajo licencia de Creative Commons).