Lo más irritante de la situación creada en Wall Street es el chantaje a que la banca estadounidense ha sometido al país entero y, por extensión, a todos los demás del planeta. Es como si hubiera anunciado a las cuatro vientos el mensaje siguiente: "Es verdad que os hemos estafado y expoliado, que hemos llevado a muchos a la ruina, que por nuestra culpa el país vive una oleada de embargos por impago de hipotecas; es verdad asimismo que hemos exportado esta catástrofe a otras partes del mundo en las que hemos vendido con gran provecho para nuestros bolsillos la estafas que imaginamos en diversas formas, que hemos contagiado otros sistemas bancarios en el mundo y que hemos generado una crisis que todos habréis de pagar, estadounidenses y extranjeros., con hundimiento de las economías reales y empobrecimiento generalizado. Todo eso es verdad. Pero ahora no tenéis más remedio que ayudarnos y sacarnos a flote con vuestro dinero porque, de otro modo, la crisis será aun mayor, el conjunto del sistema financiero estadounidense puede venirse abajo y desde luego, lo hará sobre vuestras cabezas. El coste del rescate será de 2.000 dólares por cada ciudadano".
Esta historia resume perfectamente el sentido de las doctrinas neoliberales con las que las derechas han estado machacando a la gente en los últimos tiempos, desde la crisis del Estado del bienestar en los años setenta del siglo pasado: fuera el Estado, todo el poder al mercado, privatización, desregulación, eliminación de impuestos, el mercado se regula solo. Lo malo de estas doctrinas no es que sean erróneas, es que son falsas, son mentiras dichas para engañar a la gente con una apariencia de prosperidad y aprovecharse de ello para robar a mansalva, acumular riquezas sin cuento en la minoría y despojar a la mayoría. Los que las formulaban -igual que quienes las formulan hoy, como la señora Aguirre o la señora Sarah Palin- saben que lo que dicen es mentira, que el propósito de sus recetas no es aumentar la eficiencia, ni que funcionen los servicios públicos, ni generar más puestos de trabajo, ni mejorar el nivel de vida de las clases populares. Saben que su propósito es que los ricos se enriquezcan más y que los pobres paguen por ello.
Por eso, porque su discurso es falso y cínico, no les cuesta nada cambiar el relato y justificar el gran chantaje de la banca diciendo, como dice ahora el señor Bush que él ha sido y es partidario acérrimo de la libre empresa pero que hay veces en que la intervención del Estado es inevitable para salir de una crisis. Quiere decir que la intervención del Estado es imprescindible para estabilizar el sistema financiero después de un desastre de este tipo y volver a tasas de explotación elevadas que es lo que caracteriza al capitalismo en los EEUU, en el Japón, en China o en cualquier otro lugar.
Viendo el debate entre los dos candidatos a vicepresidentes la noche del jueves, se pudo escuchar a la señora Palin repitiendo la misma vieja historia otra vez, como si nada hubiera ocurrido. Decía la gobernadora de Alaska: "Necesitamos que el sector privado conserve más de lo que ganamos y producimos. Y el Gobierno tiene que aprender a ser más eficiente y a vivir con menos recursos." Exactamente la vieja melopea de menos Estado más mercado... ¡exactamente en el momento en que el Estado tenía que acudir en socorro del mercado! No creo que se pueda ser más estúpido y habla muy poco a favor de la rapidez de reflejos del señor Biden que no lo hiciera notar.
El proyecto de Ley de estabilización económica de emergencia que aprobó ayer la Cámara de Representantes por 263 votos a favor (172 demócratas y 91 republicanos) y 171 en contra ya no es el original proyecto de tres folios que presentó el ministro de Hacienda, señor Paulson, en una especie de trágala, pidiendo 700.000 millones de dólares y plenos poderes para administrarlos como le diera la gana, esto es, para llenar los bolsillos de sus amigos, sino que ha incorporado muchas medidas favorables a la gente, como un aumento de las cuantías de las cuentas bancarias garantizadas desde 100.000 a 250.000 dólares, exenciones fiscales, protección a los prestatarios de hipotecas, adquisición de acciones en los bancos rescatados para recuperar parte del dinero cuando la situación esté saneada y prohibición de pagar indemnizaciones millonarias a los ejecutivos sinvergüenzas que han ocasionado la crisis de las entidades que gestionaban y un enorme descalabro entre la gente.
Y, sin embargo, nada está garantizado. El Gobierno dispone ahora de unos 350.000 millones de dólares (la otra mitad la librará el Congreso tras examinar como se ha administrado la primera) para comprar unos activos cuya cuantía y características ignora. Ya lo he dicho en otra ocasión: conociendo la falta de escrúpulos de los bancos, ¿qué nos jugamos a que van a aparecer activos basura de debajo de las piedras? ¿A que los bancos van a tratar de colar todas sus deudas ,. estén o no relacionadas con los créditos incobrables para hacer negocio de la situación de crisis?
En resumen está por ver que el plan de rescate tenga éxito, cosa que se averiguará en un par de meses. Si lo ha tenido no pasará nada pero si no lo ha tenido, la catástrofe puede ser mayúscula.
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