¿Qué lleva a una persona a cambiar sus convicciones políticas o, cuando menos, a decir que las ha cambiado? ¿Qué lleva a alguien a "cambiar de chaqueta", a ser un "chaquetero"? Hace tiempo que pienso en dedicar un post a este fenómeno relativamente frecuente. Hasta donde me alcanza la vista de los casos que conozco, los cambios de chaqueta, las mudanzas de opinión, de creencias, de personalidad política son muy frecuentes o lo han venido siendo desde el comienzo de la transición hasta nuestros días y seguramente lo hayan sido siempre al menos desde que se da la divisoria política fundamental (esa que mucha gente dice que carece de importancia en nuestros días siendo así que continúa estando presente en todos los sistemas políticos del mundo, por esotéricos que puedan ser) entre la izquierda y la derecha. Cualquiera de nosotros puede señalar cuando menos media docena de casos de personalidades de la vida pública que han trocado unas convicciones políticas por otras. Esos casos aumentan si también se nos permite señalar casos de personas privadas en nuestro entorno más o menos cercano.
En el funcionamiento ordinario de las instituciones, el chaqueteo se conoce como transfuguismo, detestable práctica de chalaneo con el carácter de la representación política que, según dicen ellos mismos, indigna a los partidos políticos quienes, sin embargo, parecen incapaces de atajarla, sobre todo cuando los beneficia. Pero el transfuguismo no agota la complejidad del chaqueteo ya que no presupone necesariamente un cambio en las convicciones ideológicas. Un tránsfuga es una persona que pasa de votar con unos a votar con otros, generalmente por dinero u otros beneficios materiales, sin que se vea obligada a decir que ha cambiado de forma de pensar, aunque suela aducirlo por lo que se llama "vergüenza torera", expresión también merecedora de comentario aparte, aunque no ahora..
El chaqueteo implica, pues, una mudanza ideológica. Como quiera que, sin haber una gama infinita, ideologías hay varias en el orden de la acción pública, política, social, su mudanza o cambio no tendría por qué ser fenómeno reseñable: uno cambia de ideologia como puede cambiar de gustos culinarios, costumbres deportivas o aficiones artísticas. Sin embargo, no cabe despachar el asunto con tanta sencillez por cuanto prácticameente en un cien por cien de los casos, el chaqueteo presupone un cambio de una ideología de izquierda a una derecha. Prácticamente no hay ejemplos de gentes que hayan trocado una ideología de derecha por una de izquierda y de hecho, sólo conozco un caso mientras que son legión los ejemplos que se me vienen a la mente de cambio de izquierda en derecha. No hace falta citar nombres: todos conocemos bastantes casos (en España y fuera de ella) de antiguos izquierdistas pasados al campo de la derecha, incluso de la extrema derecha: diputados, concejales, ministros, periodistas, comunicadores en general, intelectuales, artistas, pensadores, etc, etc.
Siempre que alguien nos dice:"¿te acuerdas de fulano/a, tan radical e izquierdista?Pues se ha hecho de derechas y vota a tal o cual partido de la derecha" tenemos -almenos, yo la tengo-la sensación de que "fulano/a" ha cambiado algo parecido a una fe religiosa, ya que las convicciones políticas (que por lo general implican ideas antropológicas y convicciones o falta de convicciones sobre lo metafísico y hasta trascendental) tienen algo de religioso. Y solemos mostrar cierta incredulidad. Sólo el paso del tiempo nos convencerá de que fulano/a ya no profesa determinadas ideas sobre la igualdad o la libertad o los derechos humanos o la autodeterminación o los derechos sociales o la solidaridad o la naturaleza humana, el sentido de la vida, etc, sino que ahora profesa otras.
Es difícil de asimilar, pero es. Y, que yo sepa, no es un fenómeno que se haya estudiado en profundidad probablemente porque junto a su dimensión política y sociológica, tiene otra psicológica muy ardua de abordar. Exactamente ¿cómo se explica que nel mezzo della sua vita (si tal es el caso) una persona mude de convicciones a veces aparentemente muy arraigadas con la facilidad con la que las serpientes mudan de piel? ¿Cómo se adapta la nueva concepción del mundo a una circunstancia, incluso unas "creencias" orteguianas?
Hay una primera explicación (o intento de explicación) de carácter biográfico que presupone que, por una serie de razones que no hacen ahora al caso, las convicciones izquierdistas son propias de la juventud pero que, al avanzar en la vida e ir haciendo frente a las responsabilidades de la supervivencia y las amarguras y desengaños del mundo, la gente se hace conservadora en virtud del viejo adagio de que "el hombre nace incendiario y muere bombero". Es posible, hasta es muy posible, pero esto no es una explicación, sino una mera descripción de un fenómeno que sigue sin explicarse.
Ante esta situación suele echarse mano de una concepción sociológica de clase según la cual los jóvenes se sublevan contra los valores tradicionales de su clase que reciben a través de la familia pero a la larga, la vis atractiva de la clase, de la burguesía, acaba siendo más fuerte que sus convicciones y sucumben a ella.Vuelven al redil, en definitiva, tras una especie de años de aprendizaje del joven Werther. También es muy posible, pero sigue sin ser una explicación en sentido pleno del témino.
Tengo para mí que el elemento que falta en los intentos de explicación mencionados y que acaba por completar el cuadro es el de la conveniencia o interés personal, muy importante en este terreno, como saben los autores de la teoría de la decisión racional. De incluir este factor también se explica, creo, el hecho de que los chaqueteos, las mudanzas, sean masivamente de la izquierda a la derecha y no al revés. Por regla general, la convicción de izquierda (especialmente la de izquierda radical que es la que más muda) se hace con ignorancia de los intereses y conveniencias personales, por una especie de sentido kantiano del deber, una idea de que uno debe ante todo pensar en la colectividad e ignorar el propio beneficio. A la inversa, la convicción de la derecha por lo general (no siempre, claro está) parte del supuesto de la conveniencia personal del que la profesa que no se ve así obligado un buen día apasar por la experiencia por la que tarde o temprano pasan los izquierdistas: ¿qué ganas tú en concreto pensando y actuando como piensas y actúas? En el momento en que muchos responden "nada; al contrario, estoy perdiendo oportunidades de avance personal y/o profesional" es el momento en que puede empezar un proceso de revisión interno que hace que la persona en cuestión entre en una especie de letargo como en una crisálida en la que las paredes estén hechas de reflexiones acerca de ese interés propio y de la que ya sólo sale el individuo transformado.
Al individuo transformado y con una memoria curiosamente amputada ésta le sirve para recordar que en el pasado profesaba uno o varios errores de los que ahora se ve libre, pero no le funciona lo suficiente para hacerle ver que, si admite haber estado equivocado en algún momento de su vida, nada le garantiza que no pueda volver a estarlo, ahora que predica su ideología recién adquirida y muchas veces con la fe del converso, una fe inquisitorial.