La historia de las dos gigantescas corporaciones hipotecarias estadounidenses Fannie Mae y Freddie Mac que el Estado intervino este fin de semana constituye un ejemplo de manual del carácter depredador del capitalismo, consistente en privatizar los beneficios y socializar las pérdidas o, lo que es lo mismo, predicar en contra de la intervención del Estado en el mercado y a favor de la libertad irrestricta de éste hasta que empiezan a venir mal dadas, en cuyo caso el Estado interviene en favor de los accionistas con el dinero de los contribuyentes quienes, cuando las empresas hoy intervenidas daban beneficios en forma de dividendos, no vieron ni un centavo.
La Federal National Mortgage Association (Fannie Mae) nació en 1938, en tiempos del New Deal socialdemócrata del presidente Roosevelt para ayudar a las empresas inmobiliarias y a quienes firmasen hipotecas a acceder a éstas, respaldando y complementando los préstamos de los bancos, bastante rácanos. Su fórmula era muy segura ya que, a diferencia de los bancos hipotecarios privados, contaba con el respaldo del Estado para hacer frente a las situaciones de crisis. Pronto, Fannie Mae se convirtió en un gigante del mercado hipotecario. Fue entonces (finales de los años sesenta) cuando el presidente Johnson dio en la idea de privatizarla, convirtiéndola en una sociedad anónima, con lo que todo el mundo pareció hacer un buen negocio: el presidente conseguía fondos para financiar la guerra del Vietnam, los prestatarios de hipotecas accedían a éstas con seguridad, los accionistas cobraban jugosos beneficios y todos estaban muy tranquilos porque Fannie Mae era privada en cuanto a la cuenta de resultados pero seguía teniendo el respaldo público. Una fórmula ingeniosa de lo que se llamó "capitalismo de Estado".
Fannie Mae prosperó y amenazó con convertirse en un monopolio, razón por la cual, en los años setenta se fundó otra corporación de similares características (semipública, semiprivada), la Federal Home Loan Mortgage Corporation (Freddie Mac) con la intención de que ambas compitieran (sigo en esto los datos del Frankfurter Allgemeine Zeitung en un reportaje sobre los dos gigantes hipotecarios), pero lo que sucedió, como cabía imaginar, fue que se repartieron el mercado, hasta alcanzar el 50% del hipotecario estadounidense que totaliza al día de hoy los cinco billones de dólares.
El gráfico de la ilustración muestra a las claras el proceso de auge descomunal de los dos gigantes durante los años de la burbuja inmobiliaria y su catastrófica caída apartir del año pasado hasta la quiebra actual. Aquel auge se hizo, obviamente, por el mismo sistema de hipotecas basura o hipotecas sin garantías con alto riesgo que ha acabado por provocar la crisis crediticia (credit crunch) actual. Prácticas alegales de alto riesgo movidas por el afán de lucro de los operadores privados.
La teoría clásica que el neoliberalismo dice que debe aplicarse en este caso es dejar que los dos gigantes, que han jugado mal se hundan. Pero eso supone el hundimiento del mercado hipotecario estadounidense y una profundización de la crisis crediticia mundial con consecuencias imprevisibles para el conjunto del sistema capitalista. En otras palabras, las dos corporaciones son
Probablemente no sea la crisis general del capitalismo que los comunistas llevan esperando ochenta años, pero sí parece la crisis financiera del capitalismo. Y las cosas no han hecho más que empezar. Cuando terminen todo habrá cambiado y nada será igual.
(La imagen es una foto de qthrul, bajo licencia de Creative Commons).