A propósito de la directiva canalla sobre la inmigración recientemente aprobada por el Parlamento Europeo con el voto favorable de dieciséis eurodiputados socialistas españoles leo en InSurGente que Chávez puede cortar el suministro de petróleo a Europa. En el mismo medio leo que los países del Mercosur en América Latina han condenado enérgicamente esa directiva de la vergüenza.
Tengo escasa simpatía por el señor Chávez, que no me parece de recibo, pero en esta ocasión aplaudo su actitud. Igual que aplaudo la de los delegados de Mercosur. Estos países poseen toda la fuerza moral que les da el hecho de que en buena medida son producto de la inmigración, la mezcolanza, el mestizaje, algo positivo para toda sociedad y a la que ninguna que no esté ciega debe renunciar.
Pero además del argumento pragmático para ir en contra de la citada directiva se da el moral tradicional, el más humilde y más potente, la llamada "regla de oro" de todo sistema ético, la que se repite siempre en cualquier lugar y momento de la historia de la humanidad como especie planetaria, la que reza: "No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti." Con eso basta. No es necesario ponerse a recordar que los inmigrantes en Europa, legales o ilegales, son seres humanos y sus derechos (también humanos, no meramente cívicos), como la libertad de circulación o el derecho a un juicio justo, deben respetarse.
¿Es que ninguno de los dieciséis criptofascistas del PSOE que votaron esa ignominia (por cierto, rompiendo la disciplina de voto del Partido de los Socialistas Europeos) se acuerda ya de los campos de prisioneros de Franco? ¿Tampoco de cómo los españoles republicanos encontraron acogida en los países latinoamericanos? ¿Ni de los cientos de miles de españoles que en los años sesenta del siglo XX salieron a trabajar a Francia, Alemania, Bélgica, etc? ¿No tienen sentido de la dignidad ni vergüenza? No soy vengativo pero confieso haberme entretenido con la fantasía de ver qué harían estos dieciséis desalmados si se vieran en la necesidad de buscarse la vida en otro país y se encontraran con que los encerraban en un campo de internamiento hasta año y medio sin juicio justo, sin garantías, sin los más elementales derechos; como animales.
Lo dije en el post de ayer: ¿por qué no dimiten? Añado hoy: ¿por qué no se pasan al PP? Más que nada por saber a qué atenernos.
(La imagen, el campo de concentración de Dachau, es una foto de Voj, bajo licencia de Creative Commons).