Creo que ha estado muy bien la señora Clinton en su discurso, aceptando la victoria de Mr. Obama con deportividad y restaurando la unidad del Partido Demócrata. Es un buen ejemplo de juego político democrático y, con este gesto, en mi opinión, se redime de los momentos malos y hasta odiosos de la campaña, algunas insidias y golpes bajos. En el fondo, los Clinton no tienen a quien culpar de su fracaso sino es a sí mismos. Comenzaron demasiado fuertes, excesivamente seguros de sí mismos (hablo en plural porque planearon la campaña, en la medida en que lo hicieron, como una especie de tándem), iban, como se dice, muy sobrados; no consideraron la posibilidad de que las cosas pudieran ponerse feas. Al fin y al cabo, Mrs. Clinton era la candidata inevitable. Además cometieron el imperdonable error de principiantes de minusvalorar a su adversario.
Ignoro qué posibilidades reales hay de que finalmente salga un ticket conjunto de los dos, con la señora Clinton de vicepresidenta, en la convención de Denver en agosto. Debe de ser muy difícil desde el punto de vista personal. Pero a los efectos de conseguir el máximo apoyo entre los votantes seguramente es una buena idea. Máxime teniendo en cuenta que Mrs. Clinton tendría un cometido específico en la Vicepresidencia: la universalización de la seguridad social en los Estados Unidos, algo con lo que cuentan todos los Estados del bienestar europeos y que en los EEUU está clamoramente ausente. Así habría una nítida división del trabajo.
Sea como sea, resultará emocionante la campaña electoral hasta el mes de noviembre, cuando se abrirá la posibilidad de que los Estados Unidos tengan su primer presidente negro. Los Estados Unidos, en donde aun no hace cincuenta años había segregación racial en bastantes estados del Sur y donde todavía existe el Ku Klux Klan y diversas organizaciones neonazis, partidarias de imponer a tiros sus mitos sobre la supremacía blanca.
Otra cosa será en qué medida la presidencia del señor Obama representará realmente un cambio en la política exterior e interior del país más poderoso de la tierra. Quiero creer que lo habrá, pero no cabe olvidar que los EEUU están de hecho gobernados por una tupida red de intereses empresariales que funciona por su cuenta, casi automáticamente. Cuando menos, el señor Obama da la impresión de no estar poseido por el mismo estúpido y arrogante cinismo de los actuales gobernantes estadounidenses. Pero queda por ver si eso será suficiente para implantar ese cambio en el que podamos creer.