Después de visitar a mi hija Inés y a mi nieta Sofía en Indianápolis, tomé un avión a Denver, Colorado, en donde me esperaba mi hijo Andrés con el que estoy haciendo un viaje por tierras del legendario Oeste. Alquilamos un coche y nos pusimos on the road (luego se verá hasta qué punto) hacia el sur, pasando por Colorado Springs y Pueblo. Hicimos noche en Las Vegas, ya en Nuevo México (no la famosa ciudad de Nevada) y a la mañana siguiente seguimos hasta la capital del Estado, Santa Fe, el punto en que se unían el Santa Fe Trail con el histórico "Camino Real" que subía desde México capital en los tiempos de la colonia española, cruzando por Chihuahua.
De los dos "senderos" que abrieron el Oeste en el siglo XIX, los que materializaron el viejo dicho con que en el Este se animaba a los jóvenes ambiciosos a hacerse un sitio en la vida ("Go West young man"), esto es, el Oregon trail y el Santa Fe trail, este último fue el de mayor consecuencia, pues allanó el camino hacia California y fue el que usaron las tropas yanquies que derrotaron al ejército mexicano en la inicua "Mexican War" gracias a la cual los EEUU arrebataron a México casi la mitad de su territorio, 1.300.000 km2, lo que hoy viene siendo el territorio de los Estados de California, Arizona, Nevada y Utah y parte de Colorado y Nuevo México y Wyoming amén de obligarlo a reconocer la soberanía estadounidense sobre toda Texas
De Santa Fe a Gallup, siempre en Nuevo México, se atraviesa el territorio de los antiguos indios pueblo, cuyas características construcciones que aún pueden verse en muchos lugares (especialmente la aldea de Acoma) han dado origen el estilo predominante en la zona, que presta a ésta un aspecto muy curioso, con cierta personalidad, cosa rara en las ciudades estadounidenses.
Nos dejamos caer por el Monumento Nacional Bandelier en el que se conservan las ruinas de antiguos asentamientos "pueblo" entre erguidas paredes de roca volcánica horadadas por la erosión en cuevas y formas caprichosas, y por el que transitan familias de estadounidenses que llevan a sus hijos a familiarizarlos con el legado arqueológico de su país y aprovechan para hacer exhibición de su puntilloso amor porla naturaleza con continuas advertencias,a veces ligeramente cargantes a fuer de repetitivas e innecesarias.
La zona desértica está llena de sorpresas. Por allí mismo asoma a veces la también "histórica" carretera 66 que hoy ya no aparece en los mapas, aunque es conocida como la "Madre Carretera" o la "Madre de América", según John Steinbeck que hizo viajar por ella a la familia Joad de Las uvas de la ira. En su lugar está la autopista 66, 3.800 kilómetros desde Chicago a Los Ángeles,símbolo del movimiento beat con la novela de Kerouac, una de mis preferidas de la literatura estadounidense por razones biográficas. Allí cerca encontramos un par de sitios sorprendentes, una espcie de Ghost Town de nombre Cerrillos y un Madrid que, como se ve en la foto más arriba, en la que está Andrés, se fundó en 1891 probablemente para la explotación de una mina de turquesa, se abandonó en 1957 y se "reconstruyó" en 1970 y pongo el reconstruyó entre comillas porque parece haberlo hecho una colonia de hippies que ha aprovechado y reparado las viejas casas de madera y las ha dedicado ahora a tiendas de antigüedades, teterías, cafés, museos o galerías de arte moderno.
El espíritu de los años setenta cristalizado en la calle mayor de una ciudad resucitada con el nombre de la capital de otro Estado en otro continente.