dissabte, 22 de març del 2008

El jarrón chino.

Dice la señora Montserrat Nebrera, ilustre miembro del PP catalán, que el señor Aznar es como un jarrón chino, esto es, un objeto muy valioso, pero que hay que poner en algún lugar en el que no estorbe. Discrepo radicalmente de la primera valoración y, por ende, de la segunda. De valioso el señor Aznar no tiene nada. Nada de nada. Antes al contrario, carece de todo valor. En la campaña electoral de 1996, cuando ganó las elecciones por un estrecho margen, su mentor espiritual, el señor Ramírez, había vendido su imagen como la del "hombre normal", o sea, el tipo gris, el hombre de la calle, el "español de a pie". Ocho años de desgobierno demostraron después que ni esa talla menor daba. Puesto en las candilejas de la política nacional, el señor Aznar demostraba no estar a la altura de las circunstancias con mucho y no hacer ni decir nada salvo vulgaridades, gracias a su carácter soberbio, intemperante, autoritario y agresivo. Ciertamente, durante ocho años en España se hizo lo que él mandaba y quiso pero es que solamente quiso las cosas más estrambóticas y carentes de sentido de la oportunidad, no hablemos ya del respeto a la opinión de sus conciudadanos, desde casar a su hija en El Escorial hasta meter a España en una guerra injusta, armada a base de engaños y falsedades.

La única pregunta en relación con el señor Aznar no es qué hacer con sus ideas sino cómo fue posible que un hombre así, con tan escasas luces, tan agrio carácter, tan cortas y sectarias miras y tan servil con los amos del imperio llegara al gobierno nacional.

Claro que a él personalmente le fue muy bien, pues se enriqueció.


(La imagen es una foto de Brocco Lee,bajo licencia de Creative Commons).