El PSOE parece haber tomado la decisión de expulsar a su militante doña Gotzone Mora, profesora universitaria y concejala que fuera del Ayuntamiento de Getxo terminado ya su mandato. En principio, estas decisiones son traumáticas y no suelen tener muchos partidarios, especialmente en el PSOE, en donde suelen esperar, a veces años, hasta que las gentes que plantean problemas o desacuerdos suficientemente graves tomen la decisión de irse por su cuenta, como ha hecho la señora Rosa Díez, quien ha fundado con otros el nuevo partido de UPyD después de dos temporadas de trabajar en contra del PSOE como eurodiputada del PSOE. No ha sido el caso de la señora Mora, quien parece haber preferido esperar a que la pusieran en la calle, después de llevar cuatro años pidiendo el voto para el PP.
Esta situación peculiar es una manifestación clara de la dinámica que se establece en nuestras sociedades entre partidos políticos y medios de comunicación. Muchas veces se ha dicho que estos últimos sustituyen al parlamento o que incluso realizan juicios paralelos en detrimento de la recta administración de justicia. Es posible. De lo que no hay duda es de que invaden el terreno que tradicionalmente se habían acotado los partidos políticos. No son infrecuentes las situaciones en que los conflictos en el interior de los partidos afloran en los medios de comunicación. Tampoco lo es que, en tales circunstancias, alguien recuerde que "los trapos sucios se lavan en casa".
Pero ese afán de secreto tiene muy escasas posibilidades de imponerse porque se enfrenta a dos fuerzas coincidentes de gran impacto, de un lado, el deseo de alguno de los bandos en las controversias internas de los partidos (habitualmente el minoritario o el que va perdiendo) de dar publicidad a su posición y de conseguir la mayor audiencia pública; de otro el interés de los medios por dar noticia de conflictos, de problemas y enfrentamientos en la sociedad en el entendimiento de que estos siempre suscitan mayor interés que el business as usual.
El caso de estos rebeldes en el interior de los partidos, normalmente personas aisladas, sin base apreciable en la militancia que les permita considerar la posibilidad de una confrontación interna, son especialmente atractivos para los medios: estos dan al militante díscolo una caja de resonancia con la que nunca hubiera soñado y, al mismo tiempo, sirven información y noticias que van a interesar al auditorio. Ahora bien, una vez pasada la humareda de las salvas iniciales de la escaramuza entre el militante rebelde y la organización, resta por ver cuál es su resultado final.
Por supuesto, cuando se trata de una expulsión es frecuente encontrar analistas que se lamentan de que los partidos políticos son maquinarias antidemocráticas que no toleran el pluralismo y la diversidad en su seno. Pero conviene no exagerar y no confundir (seguramente a propósito)la gimnasia con la magnesia. Una cosa es el pluralismo dentro de las organizaciones partidistas y otra muy distinta que éstas den cabida en su seno a posiciones radicalmente contrarias a los fines de la organización. Antes que nada, los partidos democráticos son asociaciones privadas y ninguna asociación privada puede sobrevivir si admite en su seno a quienes luchan en contra de sus fines sociales y a favor de los de las asociaciones adversarias.
La verdad es que la expulsión dela señora Mora me parece sumamente razonable y quienes pongan el grito en el cielo, quizá la propia señora Mora, por el triunfo del "estalinismo" en el viejo PSOE que piensen cuánto duraría en el PP un militante y cargo público que llevara cuatro años pidiendo el voto para el PSOE.