diumenge, 9 de març del 2008

¿Por qué hay que votar hoy?

El derecho de sufragio, el derecho al voto, es una de las más notables conquistas de la especie humana en general y del movimiento obrero en particular. Una de las primeras manifestaciones de este movimiento, que Marx y Engels consideraban antecedente del que ellos habrían de poner en marcha, fue el de los “cartistas”, que se llamaba así porque contenía sus peticiones en una “Carta” y la primera de las cuales era el derecho de sufragio que la nobleza y la burguesía gobernantes negaban sistemáticamente a la clase trabajadora. De hecho, esta clase sólo alcanzó el derecho de voto muy a fines del siglo XIX o primeros del XX. Y, si echamos una ojeada al cuadro más abajo, se verá que las mujeres todavía tardaron más en conseguirlo, en algunos casos a mediados del siglo pasado o a finales de él. Ayer mismo, como quien dice.

No, los ricos nunca han querido que los pobres voten porque con los votos se puede cambiar el mundo. Se puede, incluso, hacer la revolución o tal cosa llegó a admitir el citado Marx cuando dio el visto bueno al traslado de la Iª Internacional a Nueva York con la idea de enterrarla. En efecto, los ricos, los curas, los reaccionarios de todo pelaje, los fascistas (los que querían romper las urnas) y quienes les hacen el juego por complicidad o estupidez nunca han querido que el pueblo vote y siempre han encontrado razones muy convincentes para predicar la abstención.

Vayamos al ejemplo español hoy día. Exactamente, ¿quiénes quieren la abstención?

En primer lugar, ETA. Esta organización de asesinos tiene razones poderosísimas para pedir a la gente que no vote, que renuncie a su derecho. Como no se puede votar a las organizaciones títeres y de correveidiles que presenta, lo mejor es que la gente no vote. Así se denuncia un sistema "corrupto", en permanente "estado de excepción" que no permite que se pueda votar a partidos formados por cómplices y encubridores de criminales, partidos que admiten la posibilidad de asesinar a sus adversarios políticos y se sirven de ella. Por supuesto, si pudiera votarse a alguna de esas organizaciones-tapadera de criminales, tipo Batasuna, ETA pediría el voto y lo del sistema "corrupto", etc, etc, pasaría a segundo plano sin desaparecer del todo, claro..

En segundo lugar, la derecha. Como ésta no puede pedir la abstención a las claras como sus parientes los fascistas porque, teóricamente al menos, ha aceptado el sistema democrático y depende de los votos de sus seguidores, muchos de los cuales son -¡qué se le va a hacer!-clase trabajadora, propugna la abstención de dos modos indirectos: en primer lugar procurando desanimar a los opositores para que no acudan a votar, como paladinamente reconoció el señor Elorriaga hace unos días y, en segundo lugar, deslegitimando sistemáticamente las instituciones, torpedeando su funcionamiento, prostituyendo los medios de comunicación públicos que controla para conseguir un clima de hastío en la población, la idea de que "no merece la pena" pues "todos son iguales".

En tercer lugar una sedicente “izquierda” que dice ser la “verdaderamente anticapitalista”, la única que no se vende a los gerentes del “sistema” que son, claro, todos los demás. Esta izquierda pide la abstención, la renuncia al voto-conquista de las clases trabajadoras para no verse involucrada en el mantenimiento de un sistema político y económico corrupto y que ella detesta. ¿Y cómo pretende derribar ese tal sistema? Eso es un misterio porque, fuera de predicar la abstención en los muchos medios de comunicación que el mundo actual abre, no se le conocen actividades de alguna relevancia que vayan encaminadas a lograr ese fin. Se trata, pues, de conseguir que la gente no vote, nada más. En coincidencia objetiva con la derecha y con ETA, ahora que esta mafia pide la abstención; si pidiera el voto, sus cómplices se desgañitarían pidiéndolo a voz en grito. Por supuesto en ambos casos de modo independiente, sin que tenga nada que ver con la existencia de ETA y la derecha, ¡qué va! Si acaso, meras coincidencias, como las de las novelas.


Breve digresión sobre la abstención activa.

Pedir la abstención (activa o no activa) hoy en el País Vasco es una inmoralidad y una hipocresía propia de amanuense de asesino: los votantes de Euskadi, especialmente en los muchos pueblos en donde todos se conocen, se juegan la vida yendo a ejercer su derecho de voto. La vida. ¿Ignoran eso quienes predican la abstención? No. Entonces, ¿qué son?


Hay un último grupo digno de consideración, esto es, los abstencionistas genuinos, los de verdad, no los tácticos como los anteriores y que, a su vez, son de dos tipos: primero quienes, como los anarquistas, están en contra de cualquier sistema de representación política y aspiran a una sociedad libre en la que todos toman las decisiones sobre lo que los concierne; segundo quienes no votan (permanente u ocasionalmente) porque sencillamente no les da la gana, porque no les interesa la cosa pública y creen que, para sus asuntos personales, tanto da quien gobierne. Suele ser un porcentaje bastante fijo en nuestras sociedades, aunque oscilante, según la cultura política que tengan éstas, y no puede confundirse con quienes recurren a la abstención como forma de protesta (como quieren hacer creer ladinamente algunos de los abstencionistas tácticos de más arriba) porque estos suelen votar en blanco.

Respecto al último grupo de abstencionistas, genuinos, debe recordarse que la conquista del derecho del voto, que tanto costó en su día vino acompañada por otra de igual rango: el derecho a no votar. Aunque en algunos países de Europa y (sobre todo) América Latina, el voto sea obligatorio, el sufragio es un derecho y los derechos se distinguen de los deberes en que son renunciables. La democracia no sería democracia si no reconociera el derecho a no participar. Es ésta acrisolada doctrina liberal, la que distingue entre "libertad de los antiguos" y "libertad de los modernos" o, como decía Sir Isaiah Berlin, entre libertad positiva y libertad negativa.

No, ese derecho no está en debate. Lo que está en debate es su fundamentación. De forma que, si no es Vd. un abstencionista “genuino”, un etarra, un tipo de izquierdas con el coco comido por la derecha o uno de los que por cálculo o mera imbecilidad hacen el juego a etarras y derechistas (a veces, al mismo tiempo), le interesa a Vd. ir a votar para que su gesto no favorezca a quienes quieren acabar con ese derecho democrático eminentemente popular, revolucionario, que tanto costó conquistar.