El destino, que es ciego y juguetón, quiso que en sendos mítines de precampaña electoral de los señores Rodríguez Zapatero y Rajoy el uno en la plaza de Vistalegre, Madrid, y el otro en Don Benito, Badajoz utilizaran prácticamente las mismas expresiones, algo así como: No me callo y os pido a vosotros que no os calléis, más o menos. Ninguno está dispuesto a callarse. Viene aquí a la memoria el "¿Por qué no te callas?" del Borbón a Chávez. Mirá vos lo que pudo responder el pibe. Y no lo hizo porque diz que no lo oyó. Pues ya es duro de oído.
Aunque no fuera más que por lo que se oye en los discursos electorales, la democracia ya tendría carta de ser el mejor sistema político porque es el que permite hablar en público de los asuntos colectivos. Luego cada cual defenderá unos intereses, pero ahí se habla de sanidad pública, educación, inmigración, el sentido de España, la nación, la memoria histórica, el canon, el medio ambiente, la vivienda, la crisis económica, etc, etc. Está bien que no se callen y mejor que no manden callar. Con la fabulosa cantidad de medios que hay hoy, en los procesos electorales se acumula ingente cantidad de información sobre programas, debates, decisiones, conflictos, etc. Es decir, el que no está informado es porque no quiere y el que se abstiene lo hace con suficiente conocimiento de causa.
No se sabe si por fin habrá debates en la tele o no pero, con lo que los dirigentes están largando en forma monologal, ya puede el electorado ir haciéndose una idea. Y, de hecho, es lo que sucede. Los sondeos coinciden en dar ventaja al PSOE, cosa bastante lógica a la vista de los cuatro años de legislatura, los cuatro años de oposición y el guirigay montado y apenas oculto en el seno del PP. Lo extraño es que esa ventaja no sea mayor.
En cuanto al siempre peculiar País Vasco, parece que los abertzales, a los que no dejan presentarse a las elecciones, dada su manía de seguir conchabados con los asesinos de ETA, a los que ellos y sus apologetas llaman "organización armada" van a propugnar el voto nulo o en blanco. Es una forma peregrina de "estar en las elecciones", como sostenían, y también un modo de conseguir que el voto en blanco no esté en blanco, aunque sólo sea a efectos morales.