diumenge, 3 de febrer del 2008

Madrid, ese poblachón manchego.

El Museo Municipal de Arte Contemporáneo, sito en el antiguo y madrileñísimo Cuartel del Conde Duque, con su portal churrigueresco, alberga una interesante exposición fotográfica sobre Madrid en el cine. Es decir, no es propiamente fotográfica porque lo que se expone son tomas y carteles de las películas de tema madrileño o que se han rodado en Madrid, desde La malcasada, de Francisco Gómez Hidalgo (1926) hasta De Madrid a la luna. Historia oculta de los 60, de Carles Balagué (2006); ochenta años de cine en la capital que han ido viendo cómo cambiaba la ciudad, primero lentamente, hasta finales de los años de 1950 (con el feroz intermedio de la guerra civil en la que Madrid fue una ciudad sitiada durante casi toda ella) y luego de un modo tumultuoso, acelerado de los años de 1960 en adelante hasta la fecha de hoy, en que se ha convertido en una ciudad moderna, tan llena de Starbucks y ciber-cafés como cualquier otra.

Para quienes nacimos y crecimos aquí la exposición no tiene precio porque, sobre traernos a la memoria las películas que vimos de niños y mozos en los cines de barrio, nos permite recuperar la ciudad que vivimos entonces. Yo nací en Claudio Coello pero viví mi infancia y adolescencia en la calle San Bernardo, lo que quiere decir que he visto buena parte del Madrid que se retrata en la exposición: Gran Vía, Callao, Cibeles, Retiro, Atocha, Lavapiés, Cascorro de un lado, Viaducto, Plaza de España, Argüelles y La Moncloa por otro y los Cuatro Caminos, Tetuán, etc por otro, si bien estas zonas eran ya limítrofes con el extrarradio cuando yo era chaval. Pues son los dos Madriles que el cine ha retratado: el del centro urbano (castizo o desarrollista), como en Las chicas de la Cruz Roja, Tres de la Cruz Roja, Manolo guardia urbano, Parque de Madrid, Es mi hombre o Murió hace quince años o el de los arrabales, como Surcos, de José Antonio Nieves Conde (¡qué impresionante resultaba esa peli en los años 1950!), Felices Pascuas, Mi tío Jacinto, Fulano y mengano, Los golfos o El Lute, camina o revienta.

Por lo demás la exposición es modesta: aproximadamente doscientas tomas con escenas de las pelis, una docena de carteles y tres documentales breves por cierto muy interesantes. Pero transmite la visión cinematográfica de una ciudad porque consigue convertirse en una especie de ámbito mágico en donde cobran vida algunos de los actores y actrices que poblaron nuestro mundo de críos y muchachos, el mundo español que convivía (pero no se mezclaba) con el estadounidense, dos territorios perfectamente diferenciados. El nuestro, el castizo, estaba poblado por Pepe Isbert, Manolo Morán, Alberto Closas, José Luis López Vázques, Fernando Fernán Gómez, Magda Carr, Lina Canalejas, Concha Velasco, Vicky Lagos, Elvira Quintillá o Emma Penella.

Detesto parecer nostálgico porque, si bien me gusta -y mucho- recordar el Madrid de mi infancia, la ciudad (a la que siempre he vuelto, tras prolongadas estancias en el extranjero) ha seguido gustándome al día de hoy. Lo pasado ya no está pero lo que hay en su lugar no desmerece en absoluto y lo pasado vuelve a nuestra memoria precisamente con exposiciones tan interesantes como ésta.