Era muy previsible. Sin mayoría en el Senado, el gobierno del signore Romano Prodi caería. Y cayó. Entre groserías, insultos, mojicones y escupitajos, pero cayó. Y ya está Italia en donde solía, sin gobierno. Il professore había dado a entender que tenía un as en la manga y podía convertir la minoría en mayoría como Cristo convirtió el agua en vino en Caná.
Pero no era así. Su decisión fue agotar la representación, ir hasta el final, beber la cicuta. El presidente de la República, el ex-comunista Giorgio Napolitano, le había pedido dos veces que dimitiera para constituir un gobierno "de transición", esto es, uno provisional capaz de convocar elecciones, pero habiendo tenido tiempo para hacer y consensuar una nueva ley electoral.
Porque esa es la trampa en que se ha dejado atrapar Italia: el cambio permanente de las reglas del juego. Ese cambiar reglas de juego es ordinaria actividad constituyente; la cuestión es que si uno cambia una regla, será legítimo que el otro cambie otras. Imposible impedir que el poder constituyente se mantenga abierto cuando lo lógico es que sólo se manifieste un momento, excepcionalmente, para tomar una decisión sobre un texto que valga por siempre jamás y luego desaparezca. Creo interpretar así correctamente el juicio de mi amigo Pepe Palao, gran conocedor de Italia. Es decir, así como Trotsky hablaba de la "revolución permanente", fascinante idea para los surrealistas pero poco práctica y el señor François Miterrand calificaba de "golpe de Estado permanente" al sistema de la V República que se inauguraba con la Constitución de gaullista de 1958, los italianos pretenden una especie de "poder constituyente permanente", algo tan pintoresco que hasta pueden conseguirlo.
Corresponde al Capo de lo Stato decidir si quiere un gobierno de transición o va a unas elecciones anticipadas. Elecciones anticipadas pide la oposición; ya, aquí y con la ley electoral actual exige el candidato al que favorecen los sondeos, il signore Berlusconi, Il cavaliere... otra vez, en la esperanza de poner fin a casi dos años de tumultuoso gobierno del centro izquierda, que ha sobrevivido a treinta y dos cuestiones de confianza en menos de dos años de legislatura. Así como en la realidad se dice que a la "tercera va la vencida", en el caso de Italia parece ser a la trigésima tercera.
Efectivamente, los sondeos pronostican una victoria de la Casa delle Libertà, pero la derrota del centro izquierda puede tener dimensiones muy distintas, según que consiga poner en pie una coalición electoral o no en lugar de l'Unione, que ha saltado por los aires. Y la tarea no será fácil. La unidad de la derecha se contrapone a la fragmentación del centro izquierda. El gobierno de l'Unione se basaba en una coalción electoral de nueve partidos. Es un milagro que el gobierno de centro izquierda haya aguantado casi dos años en Italia.
(La imagen es de FU H2 Italia Stylee,licencia Flickr).