A partir de hoy, día en el que el Consejo de Ministros disolverá las Cortes, estaremos prácticamente en campaña electoral. El PP está en ella desde que perdió las anteriores elecciones en marzo hace cuatro años, pidiéndolas anticipadas siempre que ha podido y augurando un fin convulso de la legislatura y apocalíptico de España. Por fortuna, la realidad ha decidido no obedecerle. Ahora sí; ahora hay elecciones, por lo cual me he buscado también un símbolo adecuado, fácilmente reconocible, con los colores básicos de McDonalds, cuyo éxito radica en la visibilidad. Los españoles no sólo queremos que se nos oiga, razón por la cual hablamos tan alto, como observa León Felipe, sino que también queremos que se nos vea. De ahí el rojo y el amarillo, que no hay modo de no verlos a fuerza de chillones. Por eso quieren también ponerle letra al himno, para gritarlo.
El caso es que arranca el proceso electoral con una lluvia de promesas. El señor Rajoy promete tanto por todas partes que, de seguir así, cuando llegue el diez de marzo, si gana las elecciones, no va a tener nada que administrar. Esto de los mil euros a las mujeres por el hecho de ser mujeres, con el condigno canto a la discriminación positiva provocará, supongo, un ataque de ira en las filas de los liberales de su partido para quienes la discriminación positiva es casi la antesala del fascismo. Igual que la propuesta de los 16.000 € exentos. Los liberales, del sector libertario estadounidense piensan que hay que suprimir todos los impuestos y no sólo los que graven a los más pobres. Es más o menos creíble, pero está bien que el PP dedique algo de tiempo a las políticas sociales.
También en el PSOE se han arrancado con promesas gordas. Hace un par de semanas el presidente del Gobierno hablaba de crear dos millones de puestos de trabajo, pero alguien le habrá dicho que tenga cuidado con las promesas cuantificables y por eso los dos millones no han reaparecido, no han vuelto a salir. El PSOE quiere valorar su ejecutoria y depender menos de las promesas. No quiere promesas, quiere realidades. Ese es un razonamiento que suena bien a oídos de las gentes sencillas, los inmigrantes y los llamados "realistas políticos". Y suena bien eso de que el Estado tiene un superavit de un dos por ciento del PIB. Probablemente sea la razón por la que el Gobierno hace promesas que suponen gastos consolidados, como esos 2.500 € por niño o los doscientos cuarenta para los jóvenes que estén de alquiler. Suena a años de vacas gordas; conviene prever los de las flacas. Por lo demás, el Comité Federal del PSOE ha visado las listas en las cincuenta y dos circunscripciones. Me salen treinta y nueve varones contra trece mujeres, 75/25. Eso va en contra de una ley preferida del PSOE. El partido que se ha hecho visible de nuevo ha sido Unión, Progreso y Democracia (UPyD). Estos hablan de "españoles sin complejos". Banderabatientes, imagino, dispuestos a hacer retroceder a las huestes nacionalistas a sus madrigueras. Todo se les hace frenar a los nacionalismos, incluida la reforma de la Constitución. En todo caso, a lo que aspira el partido es a obtener una cantidad suficiente de diputados para tener grupo parlamentario propio, mínimo cinco porque quiere ser la bisagra, el pivote que puede aliarse con un partido o con el otro. El caso es permitir la "gobernabilidad" de España, o estar siempre en el Gobierno. Es el ejemplo de los liberales alemanes hasta la llegada de los Verdes. Por último, no sé si he entendido bien, pero el señor Llamazares o un avatar suyo en Double Life quiere aparecer vestido de Superman, como conciencia crítica de la izquierda. Estas elecciones prometen.