La política es lo más parecido a la guerra que hay en tiempos de paz o relativa paz, pues los terroristas adoran decir que estamos en guerra; les da tronío. Y como en las guerras de la leyenda y algunas históricas, de vez en cuando se para la batalla normal, ordinaria, de todos contra todos, para anunciar a bombo y platillo un combate singular entre dos guerreros, enfrente de los dos ejércitos. Eso son las elecciones del nueve de marzo, una contienda entre dos hombres que representan dos partidos que representan dos sectores de la sociedad, genéricamente identificados con la derecha y la izquierda.
Izquierda y derecha, esos dos conceptos que según el señor Marichalar en entrevista en El País, "son conceptos de hace dos siglos". Juro que lo dice. Consúltenlo. Porque lo gordo no es lo que dice, ya que eso es evidente al ser la derecha y la izquierda conceptos nacidos en la Revolución Francesa, sino lo que quiere decir; quiere decir que, como son de hace dos siglos ya no valen, que están anticuados o algo así. Es tan estúpido que seguramente el señor Marichalar, noble de nobleza secular, querrá decir otra cosa. Porque de hace más siglos es la Biblia o la propiedad privada o la pólvora o la nación española, que el señor Marichalar defiende con denuedo. De dos siglos es la guillotina, por cierto, también producto de la Revolución Francesa.
El señor Rodríguez Zapatero hizo un balance risueño de legislatura al disolver las Cortes, hablando de que ha cumplido su palabra. Sólo le falta decir ¡No os he fallado!" Es incomprensible que los estrategas sociatas no lo hayan sacado aún. Porque, bueno, en cuanto al cumplimiento de promesas, el asunto está regulín porque faltan cuestiones esenciales como la vivienda, la aconfesionalidad de la sociedad española y la mejora del aborto. No son cosas que vaya a reprocharle la derecha. En la entrevista-río que ha publicado El Mundo (no pongo enlace porque es de pago), esa típica baladronada del señor Jiménez de ocho horas de entrevista, con foto del paseo por los jardines de La Moncloa incluida, el presidente del Gobierno ha salido triunfador sin paliativos y el periodista no lo ha pillado en nada; en nada. ¿Y para eso lo ha tenido ocho horas?
Si me dejan a mí me pongo a preguntarle por qué tenemos que seguir aguantando las impertinencias de los curas y no denunciar esa vergüenza de los acuerdos con la Santa Sede y de ahí no me muevo. Porque lo demás es ni fú ni fá: la ruptura de las negociaciones de paz fue exclusiva responsabilidad de ETA en lo que seguramente acabara viéndose como su mayor metedura de pata; las cercanías de Barcelona, cosas que pasan; los sobresaltos económicos, asuntos de intendencia. Pero donde ha habido un claro retroceso, una cesión, un abandono de principios ha sido en la actitud ante la Iglesia católica, cuya inquina a un Gobierno de izquierdas, hermana gemela de la del PP, no tiene límites. Y cuando la Iglesia no tiene límites se apodera de ella el diablo. No quiero ni pensar en cuántos conocidos eclesiásticos se me antojan siervos de Satán.
En la derecha se hace coincidir la convocatoria de elecciones con la publicidad de su nuevo logo y el cartel de propaganda, todo en azul pitufo con toques de azul celeste. Mientras en Pamplona, el señor Aznar, Mr. Cizaña, que dice estar apartado de la política, sostiene que el señor Rodríguez Zapatero está inhabilitado para ser presidente del Gobierno por haber mentido a los españoles. Él. El de "ha sido ETA" y el de "créame, le digo la verdad, el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva".
Las encuestas de este arranque de pre-precampaña electoral dan ganador al PSOE, aunque por estrecho margen, tan estrecho (en el caso de la de Sigma dos para El Mundo y la de La Vanguardia), que es previsible la circunstancia de que, teniendo menos votos el PP, le correspondan más escaños, no tanto por el sistema d'Hondt, que carga con demasiadas culpas, como por la asignación fija de dos diputados por provincia además de los que correspondan proporcionalmente a la población. Sólo la SER deja un margen algo más holgado de tres puntos porcentuales a favor del PSOE.
Los nacionalistas conseguirán su habitual mordida y los que parece que pueden quedarse sin bocado son los de Izquierda Unida, precisamente por andar sin dientes.