diumenge, 30 de desembre del 2007

Ya están aquí otra vez.

Hoy, treinta de diciembre del año de gracia de 2007, vuelve a salir a la calle la carcundia nacional, convocada por los obispos, para defender la familia tradicional. Bueno, eso es lo que dicen ellos, que no hablan sin mentir, pero no salen a defender nada porque para defender algo, preciso es que sea atacado y en España nadie ha atacado ni ataca a la familia. Al contrario: todas las medidas que se toman, que ha tomado este Gobierno de "rojos radicales", han sido para fortalecer tan estimable institución.

Está Vd. en un error, Palinuro, o en algo peor quizá, (¡lástima de Torquemada!) porque la familia que nosotros defendemos es la tradicional.

Por tradicional hay que entender la familia que se le pone en las narices a Monseñor Rouco Varela y, por extensión, al conjunto de quienes son como él y al que llaman "la Iglesia".

Se equivoca de nuevo, Palinuro, la familia tradicional es la familia natural, la que Dios ha instituido.

Vaya, que las familias poligámicas (poliándricas o poligínicas) no son naturales ni tradicionales. Pues serán artificiales y de la postmodernidad pero le tocan de muy cerca a la Iglesia. Por ejemplo, Salomón, que era un predilecto de Dios, del mismo Dios que el de Monseñor Rouco, tenía un buen puñado de mujeres entre esposas y concubinas y vaya-Vd-a-saber-qué. Pero dejemos estos asuntos de lado que, al fin y al cabo, sólo se refieren a la realidad. Aunque admitiéramos que la familia es una institución social de primer orden, que lo admitimos, cómo no, si es evidente y en buena medida fundamento mismo de nuestras sociedades pues es la unidad de producción y reproducción esencial cuanto que no hay otra, la cuestión sigue viva: ¿por qué hay que defenderla a gritos en la calle, con pancartas, tirando contra el gobierno como vienen haciendo los obispos desde el comienzo de esta legislatura socialista?

Hay que defenderla porque está bajo continuo ataque con los matrimonios homosexuales, la educación para la ciudadanía y esa actitud amoral del gobierno de España.

No es cierto. Esas normas no atacan a la familia; al contrario, la protegen, porque es conceder el derecho a formarla a quienes estaban condenados a no hacerlo o a hacerlo con una persona del sexo opuesto en un claro vaciamento interno, en una versión hipócrita de la forma tradicional, al entender de Monseñor Rouco. En el fondo, la llamada defensa de la familia tradicional no es más que un ataque al tímido y pronto olvidado laicismo del PSOE en el Gobierno.

Ahora vemos con cierta claridad lo que ha sucedido en esta legislatura: el Gobierno se achantó frente a la Iglesia desde el primer momento. Su argumento era que había que sacar adelante la ley de igualdad y la "educación para la ciudadanía" y no pegarse con la Iglesia. Así que la ley salió y la educación por ahí anda malviviendo. Entre tanto el Gobierno mantuvo incólumes los acuerdos de 1979 con la Santa Sede que articulan un ámbito exento para la Iglesia que es casi como un Estado dentro del Estado y no enteramente sometido a la jurisdicción de éste, sino al revés.

Aínda máis, el Estado ha incrementado del 0,5% al 0,7% la contribución fiscal voluntaria de los creyentes como preparativo para cuando la Iglesia pase a financiarse de sus propios recursos. Cuando ese tanto por ciento lo pagamos todos los contibuyentes puesto que es un lucro cesante para los no creyentes o los creyentes que no tachan la casilla. Quienes quieran contribuir al sostenimiento de la Iglesia debieran pagar íntegros sus impuestos al Estado, como todo hijo de vecino y a eso añadirle el 0,5%, 0,7% o 100% voluntariamente si es su deseo.

Monseñor Rouco, que tiene el fuste o temple de un Gregorio VII o de un Inocencio X bajo el solideo de San Pedro entendió de inmediato el significado del afán de contemporización del Gobierno: debilidad. Lo decía muy bien el señor Aznar, aunque parezca mentira: el error de Munich fue la política de apaciguamiento de las democracias. Es cierto, con los totalitarios como Herr Hitler o los integristas como Msr. Rouco, no cabe ser tolerantes o comprensivos porque te machacan. No le ha bastado al Gobierno con hacer el ridículo mandando al ministro de Asuntos Exteriores a representar al Estado en un rito de un culto oficiado por un mandatario extranjero sino que lo coronó con las imágenes de la Vicepresidenta casi en deliquio amoroso con Monseñor Angelo Solano, Secretario de Estado del Vaticano.

Y eso en cuanto a los gestos. En cuanto a las crudas realidades que afectan a todos, el gobierno da carpetazo de momento a una ley de plazos para el aborto, a una regulación de la eutanasia y, por supuesto, a la denuncia de los Acuerdos de 1979.

¿Sirve eso para algo? Es como decir: "dejadnos lo que tenemos y no pedimos más". Es dar muestras de debilidad ¡cuando se está en el Gobierno! Una vez más se prueba cuán real es el viejo dicho de que las izquierdas en Europa llegan al gobierno, pero no al poder. Así pues, llega el comanche Rouco, ve en dónde han puesto sus líneas los rostros pálidos y ya sabe hacia dónde tiene que lanzar a sus guerreros, a las marujas, los exdelegados nacionales del Movimiento, los del Régimen de toda la vida, los "jubilados iracundos", al decir de Javier Marías. La beatería y la carcundia que normalmente se congregan al llamado de la troika carpetovetónica, el PP, la Asociación de Víctimas del Terrorismo, del señor Alcaraz y la Iglesia católica. Todos a montar uno de esos espectáculos como de esperpento que montan estos ciudadanos acomodados con sus banderas y sus pancartas confeccionadas en la parroquia.

Si de todas formas el Gobierno no ha conseguido evitar el choque con la Iglesia, dirigida por unos clérigos ultramontanos y unos periodistas dedicados a la más pura agitprop, que es lo que aprendieron de chavales, cuando eran comunistas, podría haberse ahorrado esas humillaciones y esos turbios manejos llevando adelante su programa legislativo que implica la denuncia de los Acuerdos de 1979

Nuestros Gobiernos son laicos y deben seguir siéndolo. Nuestras sociedades son plurales, multiculturales y polirreligiosas y deben seguir siéndolo.

Al margen de todo ello, tiene gracia ver a los curas revolviéndose contra el poder político, llamando a la desobediencia civil, soltando soflamas desde los púlpitos, poniendo en circulación pastorales incendiarias y manifestándose tumultuariamente en la vía pública como si fueran unos alterglobalizadores total porque se permite a los homosexuales contraer matrimonio y se quiere enseñar a los niños en las escuelas los principios morales comunes a todos los países europeos.

Tener a los curas en la calle armando bulla no es cómodo y resulta bastante enojoso. Y aun así, hemos de darnos con un canto en los dientes pues peor están en los países musulmanes, en donde no hay libertad de cultos y el personal no sólo tiene que presenciar estas manifestaciones de gregarismo sino que está obligado a participar en ellas.

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