divendres, 28 de desembre del 2007

Monseñor, Monseñor...

Que os perdéis, voto a tal. Esa puñetera manía de meteros en las alcobas de las gentes, a fisgar qué, con quién, cómo se lo monta el personal muestra que vivís obsesionados con el sexo. Prescrito celibato al clero, estando prohibida la homosexualidad y siendo grave pecado el onanismo, ya me contaréis, Monseñor, cómo vive el pastor en las noches en que el lobo aúlla. De no hundirse el pecho a peñazos como San Jerónimo, o dejarse desollar como San Bartolomé, sólo puede conseguirlo machacándosela, en grave atentado a la castidad. Además, de la práctica frenética del vicio solitario se derivan en poco tiempo, según docta enseñanza de la misma Iglesia, brotes alucinacinatorios con lo que algún onanista impenitente acabará abusando de menores.

De esos que "te provocan", Monseñor. Lo de la provocación en cosas eróticas es asunto muy resbaladizo. Hay quien se siente provocado sólo con que lo miren. Todo muy subjetivo.

Pero, Monseñor, lo que más me puede es oír a Su Ilustrísima y a su colegas razonando sobre la homosexualidad, el pecado nefando. En eso de equipararla con el abuso de menores corréis peligro, Monseñor, de que os reciten lo de que "cree el ladrón que son todos de su condición". Porque es una equiparación carente de base empírica. No parece que entre los abusadores de menores haya más homosexuales que heterosexuales. En cambio hay muchos hombres (lo del abuso de menores, creo, es un delito típicamente masculino) casados, incluso padres y, desde luego, muchos padres espirituales o curas católicos. Realmente muchos. Tantos que la Iglesia no tiene gran autoridad para opinar sobre estos asuntos.

Y vuestras doctrinas sobre el divorcio son en verdad pintorescas, Monseñor. El record nacional en divorcios que ostenta la isla de Tenerife se debe, según decís, a la inmadurez de los tinerfeños. Claro, al fin y al cabo, son chicharreros, pensará el Obispo palmero.

En cuanto a vuestras opiniones sobre la COPE, Santidad, ¿sabéis a quién recordáis mucho, mucho? A Poncio Pilatos. Ahora que lo pienso, es toda la declaración la que es ponciopilatesca.

(La imagen, "El dinero", es una ilustración de Frantisek Kupka, un artista checo afincado en París, para una publicación anarquista de principios de siglo XX llamada L'assiette au beurre. Sugiero se repare en el horizonte fabril de la estampa).