divendres, 28 de desembre del 2007

Ocho años.

Dice el señor Rajoy: "votadme que sólo estaré ocho años en el Gobierno". Válgame Dios, qué modo de razonar! Este es un argumento puerco espín, lleno de pinchos. Veamos algunos:

Pincho nº 1: presupone que si lo votamos una vez, lo votaremos la segunda, pues no creo que pretenda reelegirse como lo nombraron presidente del PP, esto es, con un dedazo, según se decía en México en tiempos del PRI. No está claro que salga elegido ahora y se postula para dos mandatos. Eso es optimismo.

Pincho nº 2: supongo que la oferta puede entenderse como "votadme, que estaré poco tiempo". Si estar poco tiempo debe considerarse ventajoso, lo mejor será maximizar la ventaja y, como el máximo de "poco" es nada, no votarlo de entrada.

Pincho nº 3: eso de los ocho años fue una ocurrencia del señor Aznar a la desesperada en 1994, tras la cuarta derrota electoral seguida del PP y su cumplimiento no ha sido especialmente beneficioso para el partido. La acusación más frecuente que se hace al señor Rajoy es el ser sombra o epígono del señor Aznar y esto de repetir su promesa no va a forjarle repentina fama de independiente. Lo que sí puede conseguir es que se generalice la idea de que su situación es tan desesperada como la del señor Aznar en 1994.

Pincho nº 4: ¿Por qué no hizo la promesa cuando fue candidato en las elecciones de 2004, que perdió, y tenía aún cercana la figura providente del guía inmarcesible? Clarísimo, ¿no? Porque pensaba que iba a ganarlas y lo de los ocho años parecíale, pobriño, poco.

Pincho nº 5: ¿De dónde saca este buen hombre que limitar la cantidad de mandatos de un mandatario libremente elegido por la gente sea más democrático que dejar a la gente elegir libremente y cuantas veces quiera al mandatario que le pete? Siempre que haya eleccione verdaderas cada cierto tiempo y no sean un fraude. Pues lo saca, como casi todo lo que propone, de una imitación servil de lo que llega de los EEUU que, en el caso de su mentor, señor Aznar, se convierte en adoración ciega. Fue allí donde, por la enmienda vigésima segunda de la Constitución, se limitaron a dos los mandatos del Presidente, a raíz de que Franklin D. Roosevelt hubiera roto lo que venía siendo la convención de dos al ser electo cuatro veces seguidas.

Y no está claro que lo de los dos mandatos sea ventajoso. Por regla general, unas veces por una cosa, otras por otra, el segundo mandato es un desastre. Tómese el del señor Bush jr. (a quien habría que llamar Baby Bush:), ¿ha sido o no ha sido un segundo mandato embarrancado en el lodazal sanguinolento del Irak? Supongo que hasta el señor Aznar admitirá que, aunque su estólida decisión de meternos a todos en la guerra del Irak hubiera sido clarividente, las consecuencias fueron, están siendo y, según se ve, aún seguirán siendo un desastre. Claro que, ya puestos, imagino que el señor Aznar podría decir que en el Irak algunos viven más seguros que el señor José Luis Moreno en su casa de Las Rozas. Es lo que viene entendiéndose como buenas formas en política.