Mi amigo Tom Cahill me envía un enlace a un video de unos 20' de duración, elaborado por Free Range Studios que es un estupendo análisis del modo de producción del capitalismo avanzado, tardío, globalizado o como lo llamen. Consta de una introducción y seis capítulos (extracción, producción, distribución, consumo, eliminación y método alternativo). Está en inglés, si bien se entiende con facilidad y, como es interactivo, puede uno ir al capítulo que quiera haciendo click en la correspondiente pestaña.
Para aquellos que no tengan veinte minutos de golpe, he encontrado el video en You Tube dividido en capítulos de 3-4 minutos cada uno) y los iré colgando en éste y en días sucesivos. Es una explicación clara y convincente de los mecanismos que operan en el sistema económico de consumo depredador que hemos establecido y ahora amenaza la supervivencia de la tierra. Merece la pena.
Suena todo muy convincente. La cuestión es si es posible cambiar el modo de producción. Modo de producción en el sentido marxista del término. Que no es asunto baladí. Sustituir el capitalismo por el socialismo. Hasta ahora eso ha sido un fracaso. No estamos obligados a creer que seguirá siéndolo. Las cosas pueden cambiar; pero no de inmediato. Si no cabe cambiar el modo de producción, habrá que proceder a las reformas paulatinas que proponen los taimados socialdemócratas, a la piecemeal social engineering de que hablaba Karl R. Popper que, ya se sabe, era un "anticomunista visceral". Tan visceral, tan visceral que equiparaba a Platón con Marx en cuanto al odio que ambos sentían hacia la "sociedad abierta".
La señora Annie Leonard en el video parece propugnar un mundo hecho de pequeñas economías sostenibles en entornos locales; pero eso se me antoja más utópico que la vuelta de la Atlántida, no porque sea imposible sino porque ese estadio de pequeña colectividad autosuficiente que se propugna ya lo ha habido en la historia de la humanidad que lo ha aniquilado en el curso del desarrollo económico, partidario de los grandes mercados abiertos, dotados de competencia supuestamente perfecta. En nada empaña el aura taumatúrgica de la competencia el hecho de que habitualmente esté lejos de ser "perfecta". Porque la competencia perfecta puede ser una quimera y, como quimera, algo extraordinario, nuevo, extraño. Pero la planificación centralizada de los recursos, según se ha probado ya prácticamente, es un desastre.