En primer lugar, la derecha española. Todo lo que no sea apoyar al Gobierno legítimo del Estado (tenga el color ideológico que tenga) en la política antiterrorista es debilitar a ese Gobierno y todo lo que sea debilitar al Gobierno es fortalecer a ETA. Como enseña cualquier manual de táctica y estrategia para la guerra y la paz. Todo lo que sea hacer distingos, poner en duda, criticar al Gobierno en estas circunstancias equivale a tener una ignorancia culposa sobre quién sea el aliado y quién el enemigo. Dicho con claridad por el presidente Mao Tse tung que en estas cosas no se equivocaba: "Ataca todo lo que el enemigo defienda y defiende todo lo que el enemigo ataque". Qué más puede querer ETA que ver a los dos grandes partidos españoles incapaces de ponerse de acuerdo literalmente en nada que tenga que ver con el terrorismo que ella practica, dado que la derecha cree -contra toda razón y evidencia- que atacar al Gobierno en ese terreno le dará réditos políticos.
En segundo término el nacionalismo llamado "moderado". De nada sirve condenar sin paliativos los atentados de ETA si sistemáticamente se niega en acto lo que se predica de palabra; lo que es el nudo mismo de la hipocresía. Esa nueva flor de que el Gobierno vasco y especialmente el señor Ibarretexe, que es quien manda en el Gobierno vasco, no claudicarán y no permitiran que ETA marque los tiempos de la acción política. Como si no fuera evidente que lo hace. En concreto, al mantener en pie la convocatoria de un referéndum o consulta en general sin que ETA haya renunciado a la violencia, como muy bien sabe el señor Ibarretxe, condiciona el voto de mucha gente. Eso no solamente es someter los tiempos de la acción a ETA sino que es valerse de ETA para los fines propios. Una inmoralidad.
Determinada izquierda radical vasca y española en general, a la izquierda del PSOE y también en buena medida de Izquierda Unida, en un nuevo ejercicio de hipocresía. "Lamenta profundamente" lo que está pasando y hasta ataca a ETA, de la que dice pestes, sosteniendo que perjudica a la causa de la emancipación y revolución en Euskadi, con un tono que da a entender que hay una cierta lógica en el comportamiento de la banda. Pero traten de llevarlos a una condena sin paliativos de la actividad ésta. No lo conseguirán. Sólo obtendrán circunloquios por cuanto esta izquierda sabe que dar rienda suelta a sus sentimientos e ideas más queridas encuentra el rechazo de todos cuantos creen que un asesinato será siempre un asesinato, esto es, algo moralmente odioso. En el fondo se trata de la aceptación del éxito de la propia causa a costa de la moralidad de los medios, o sea, de la situación de que el fin justifica los medios. Porque lo que está claro es que la mejor manera de demostrar que ninguna causa justifica el asesinato es abandonar ipso facto aquella que se esté defendiendo cuando a tu lado alguien dice defenderla también mediante el asesinato. Mayormente para que no haya confusión.