Se echan de nuevo a la calle. Es la octava manifa de la AVT y organizaciones simpatizantes con ella, así como del PP que la alienta y secunda con entusiasmo, sin olvidar al núcleo de comunicadores de la derecha que jalea toda la operación en la esperanza de verla convertida en un ariete en contra del Gobierno socialista de España.
Lo que sucede es que, si en las manifas anteriores quedaba claro por qué se producían, a favor o en contra de qué y qué motivo concreto podía aducir en cada caso el responsable para sacar sus huestes a la calle, en el caso de ésta, la razón concreta de la convocatoria no aparece por parte alguna, ya que no se ha producido hecho alguno ni el Gobierno ha tomado medida alguna que justifiquen la protesta callejera. De tal modo que es legítimo pensar que la manifa se produce porque el señor Alcaraz considera que es llegado el momento de agitar la cuestión del terrorismo y las víctimas para volver a introducirla en el debate político y traerla al proceso electoral porque vive de eso y muy bien, al parecer.
O quizá el señor Alcaraz piense que los españoles echamos de menos su presencia en el ámbito público y estamos anhelantes por escucharlo para que nos ilumine respecto a las aviesas intenciones del Gobierno, como ya hace cada lunes y cada martes el señor Mayor Oreja, quien sabe mejor que el Gobierno lo que el Gobierno piensa hacer, esto es, traicionar a España negociando de nuevo con los criminales etarras. En verdad sólo conozco algo más estólido que el exministro del Interior: un mojón de los caminos.
El señor Alcaraz habla en nombre de las víctimas, pero no de todas. Las víctimas están divididas en distintas asociaciones siendo la AVT, la que hoy se manifiesta, la más vinculada a un partido, el PP y su política, al extremo de que no se sabe si es la asociación la que, en esta materia, dicta su política al partido o el partido el que dice a la asociación lo que hay que hacer. En cualquier caso, las víctimas son el pretexto para hacer política. Ayer mismo publicaba en El País Francisco Laporta un muy pertinente artículo titulado El lugar de las víctimas en el que abogaba por apartar a las víctimas del proceso político y legal, puesto que permitir que se personen en él equivale a admitir la justicia de parte y nada hay más contrario al Estado de derecho. Tiene razón, pero eso es muy difícil de argumentar en un clima caracterizado por la más desaforada demagogia en el que basta con aparecer en los medios esgrimiendo la condición de víctima para que el principal partido de la oposición haga suya la causa y trate de imponerla en el proceso legal o judicial. ¿Acaso no es la finalidad de la manifa de hoy conseguir que el Congreso revoque su decisión de hace tres años de autorizar las conversaciones con ETA conducentes a la paz bajo ciertas condiciones? ¿No la ha hecho suya el PP que apoya la manifa aunque no asista el candidato a la presidencia del Gobierno? ¿Y no es este el partido que votó originariamente en contra de la medida que ahora quiere revocar por otro procedimiento?
No obstante, aunque los medios de la derecha llevan toda la semana batiendo tambores para que la manifa de hoy luzca, los dos rostros más característicos del la derecha no comparecerán. Alguien parece haberles dicho que el acto puede convertirse en una apoteosis franquista llena de rojigualdas flameando al frío sol del otoño. A lo que hacen los señores Aznar y Rajoy llaman las gentes del común "poner una vela a Dios y otra al diablo". Eso mismo da tanta mayor fuerza de ejemplo a la presencia del nuevo partido UPD y el también reciente Ciudadanos que, al secundar la convocatoria de la asociación de víctimas, prácticamente movida por el Partido Popular y sus medios de comunicación, delimitan claramente su terreno de acción electoral: la derecha