En las últimas elecciones presidenciales francesas yo hubiera votado por Ségolène Royal por ser de izquierdas. Perdimos. Era evidente que el señor Sarkozy había hecho mejor las cosas, con lo que habría que aprender de él. Mi opinión sobre el Presidente electo fue cambiando y el once de junio pasado escribía:
"Confieso que cada vez me cae mejor este señor Sarkozy, en quien veo un estilo original; pero la verdad es que tiene un porte autoritario que ya está notándose. Sólo la mentalidad autoritaria puede proponerse en serio acabar con el "sesentayocho" porque fue un movimiento esencialmente antiautoritario."Mi opinión se mantiene en ambos sentidos. Me cae bien porque, con ese nuevo estilo, ha resuelto el problema de cuatro compatriotas mías y tres suyos que estaba pasándolo mal. Pero autoritario es un rato largo. Autoritario y colonial. Insisto, estoy encantado con que las cuatro azafatas y los tres periodistas franceses estén en sus casas, pero ¿qué es eso de pillar un avión y presentarse en la antigua colonia sin avisar, como si fuera el gallinero, a interferir en un proceso judicial abierto? Es un acto de propotencia imperial grandioso.
Para mayor escarnio, en su declaración en el aeropuerto de Barajas, de escala a París, el señor Sarkozy, en presencia del señor Rodríguez Zapatero, ha tenido la humorada de decir que la operación se había hecho con pleno respeto a la souveraineté du Tchad. Por supuesto, por supuesto.