dijous, 18 d’octubre del 2007

Guerra y literatura.

La Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores ha editado este año el novelón de Vasili Grossman Vida y Destino. Parece que hubo una primera edición en los años ochenta, que estaba traducida del francés. Menudo disparate. Supongo que el producto final de tan alambicada trasmigración lingüística tendrá solo una leve similitud con el original. Esta edición, no obstante, es traducción directa del ruso y bastante buena, por cierto.

La novela es una especie de grand tableau de la vida en Rusia en los años cuarenta, muy especialmente, de la batalla de Stalingrado, de agosto de 1942 a febrero de 1943, que es uno de los ejes centrales de la historia, pero se derrama asimismo a través de relatos que se entrecruzan por campos de concentración alemanes, de trabajo soviéticos, la Lubianka, un laboratorio de física de la Academia de Ciencias, un cuerpo de tanques, un escuadrón de cazas, la central eléctrica de Stalingrado, la estepa calmuca, etc, etc. Y se entrecruzan a través de una gran cantidad de personajes de todo género y condición, militares, civiles, hombres, mujeres, libres, prisioneros, ancianos, jóvenes, comunistas bolcheviques, mencheviques, rusos, alemanes, judíos, hombres del aparato, opositores, etc.

Es la novela de Stalingrado igual que Berlin, Alexanderplatz es la novela del Berlín de la entreguerra. La del infierno de Stalingrado. En aquella batalla, que costó millón y medio de muertos, se decidió el destino de la Segunda Guerra mundial. Los rusos derrotaron a los alemanes. Luego llegaría el segundo frente y la necesidad de que los aliados occidentales consiguieran poner pie en Alemania antes de que la Unión Soviética la hubiera ocupado por entero.

El caso es que, por su amplitud y su horizonte se suele oír que Vida y destino es como Guerra y paz. El mismo Grossman se refiere a la obra de Tolstoy varias veces al final de su novela, aunque el autor ruso que más sale en el libro, al que Grossman profesa casi veneración es Chejov y puede decirse que, por su concisión, economía y elegancia, el estilo de Grossman es "chejoviano". Además de ello la novela me trajo a la memoria desde el primer momento el Manhattan Transfer de Dos Passos, aquel intento de hacer vivir una ciudad entera a través de una red de historias y relatos que a veces se entrecruzan y a veces van en paralelo. Como en Guerra y paz, junto al relato de las múltiples vidas y conflictos de todo tipo hay descripciones de algunos momentos decisivos (por ejemplo, el avance de los carros de combate) en la batalla de Stalingrado. Algo parecido a la descripción de la batalla de Borodino en la obra de Tolstoy con la nada desdeñable diferencia de que Grossman escribía sobre lo que había visto pues fue corresponsal de guerra durante el transcurso de ésta, mientras que Tolstoy recreó la batalla de Borodino pues Guerra y paz es muy posterior a las guerras napoleónicas. El estilo tolstoiano es literario, sublimente literario, el de Grossman es más de reportero y eso es lo que le presta su fuerza novelística, su plasticidad.

Hay instantes de este gigantesco relato particularmente emocionantes, por ejemplo, el de las cámaras de gas, cuando la doctora Sofía Ósipovna Levinton sostiene el cuerpo sin vida de un niño judío gaseado segundos antes de morir ella misma gaseada, los siniestros interrogatorios de la Lubianka o las condiciones de vida en un campo nazi de concentración.

Grossman recoge dos momentos tensos de ruptura en la historia comunista rusa, el del enfrentamiento entre bolcheviques y mencheviques en 1903 y el de los procesos de Moscú en 1937, los estalinistas contra todos los demás. Del primero se ocupa como recordatorio en un campo de concentración ruso en el que todavía queda algún menchevique junto con otros comunistas bolcheviques que siguen dando vueltas a aquel primer enfrentamiento en el seno del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, que luego se llamaría Partido Comunista.

Mucha mayor importancia tiene la segunda ruptura (que ya había empezado a darse en los años veinte y con la "deskulakización"), la que enfrenta a Stalin con la vieja guardia, la que convierte a los comunistas en víctimas de otros comunistas en una perversa espiral de la represión que acaba siendo la columna vertebral del régimen y es característica general de los de tipo comunista, al tiempo que el segundo eje central de la novela. Una sociedad aterrorizada por el miedo a la delación que provoca la aparición de mayorías silenciosas, que no se atreven siquiera a preguntar por el paradero de unos u otros ciudadanos que, de pronto, simplemente, desaparecen, arrestados por la policía y no retornan. Por ello mismo este ambiente asfixiante que pone todo, todo lo social, lo económico, lo político, lo militar, lo cultural al servicio del parecer del partido que, a su vez, es el gabinete personal de uno u otro lider constituye la forma más atosigante de la tiranía, la que existía en la Unión Soviética del Gulag.

Pero, como buen chejoviano, Grossman tiene siempre matices y acaba explicando los casos más enrevesados aludiendo a la forma habitual de la paradoja y la contradicción. Los seres humanos no están hechos de una pieza, sino que son un cúmulo de facetas a veces mal avenidas. Los verdaderos bolcheviques tienen que luchar en una "Gran Guerra Patria" en defensa de la tiranía que los asesina para impedir que los nazis derriben el primer Estado obrero del mundo. Cruelmente paradójico.

Así que Grossman, comunista de estricta obediencia, corresponsal de guerra que veía las cosas como eran (su descripción de los comisarios políticos es insuperable) acabó pensando que si Stalin y Hitler se habían enfrentado con tanta saña, a muerte, era porque sus dos sistemas totalitarios eran básicamente lo mismo.

La GPU le confiscó la novela, en un intento de impedir que se publicara en el extranjero, pero el autor había dado otras dos copias a dos personas distintas, una de las cuales consiguió sacarla de la Unión Soviética hacia 1960. Me parece que el autor murió sin verla publicada. Y no sé si puede considerarse una de las mejores novelas del siglo XX que tiene muchas de gran categoría pero sí que se inscribe en la gran tradión rusa de la literatura que refleja el "universo concentracionario", entre cuyos exponentes aparecen nombres como el de Dostoievsky con Recuerdos de la casa de los muertos y Solschenitzin con El archipiélago Gulag .