dimecres, 17 d’octubre del 2007

Josep Lluís.

Estuve viendo el programa de TV1 Tengo una pregunta para Vd., dirigido y moderado por Lorenzo Milá. Desfilaron Llamazares, Durán i Lleida y Carod-Rovira. Los tres me dieron buena impresión, iban sobrados, tenían soltura y dominio y se movían bien por el plató. Son tres mendas acostumbrados a los focos y los micrófonos y con muchas tablas. Fueron hábiles, fajadores, acertados y, sobre todo, lo que es más de agradecer, no mitinearon sino que estuvieron distendidos y coloquiales. Quizá algo más rígido el señor Llamazares, pero bien los tres. Me gustaron.

El que no me gustó fue el público. Da pena ver a la gente tan nerviosa, sin saber expresarse, haciendo consideraciones que llevan días preparando pero son embarulladas. A lo mejor es consecuencia obligada del hecho de que haya que componer una muestra equilibrada y representativa de la población, mezclando consideraciones de género, procedencia geográfica, profesión, orientación política, estado civil, condición sanitaria, nacionalidad y que en conjunto los españoles nos expresamos como se vio anoche.(Nota bene: el término "españoles" no es un intento de imponer tal condición a quienes dicen no serlo; abarca tanto a los que lo son "por convicción", como dice el señor Rajoy como quienes lo son por "imperativo legal"). A lo mejor merece la pena al programa incluir otra variable como "capacidad de expresión" o "soltura". Donde comen seis comen siete. O, por lo menos, emplear un tiempito en adiestrar a los seleccionados para que pierdan el miedo a las cámaras.

El que más gustó fue el señor Carod-Rovira con cuyo independentismo no coincido en absoluto. Creo que estuvo muy bien al cortar en seco el intento del chaval primero y la mujer después de hacer el habitual atropello nominal español, consistente en castellanizar los nombres propios y hasta los apellidos. Durante años la prensa de derechas ha escrito Ibarreche porque eso de la castellanización de los nombres propios es una forma de lucha contra el nacionalismo. Y es irritante porque demuestra notable falta de consideración y respeto a los demás. Si alguien se llama Josep Lluís, se llama Josep Lluís y es una impertinencia y una falta de consideración llamarlo de otro modo. Y cuando se hace suele ser para fastidiar. Así que mis aplausos al señor Carod-Rovira. No acabó de convencerme lo de los 29 departamentos de catalán en universidades alemanas y mi pregunta sería si alguno de ellas recibe subvenciones de la Generalitat, pero eso es lo de menos.

Lo de más y lo muy de agradecer es que el señor Carod Rovira defienda su objetivo de la independencia para Cataluña en una actitud dialogante, pacífica e irreprochablemente democrática. Lo que más agradezco al señor Carod-Rovira es el haberse convertido en la prueba viviente de que es mucho mejor y más productivo defender el objetivo independentista democrática y pacíficamente que a través de la delirante vesania etarra.

En cuanto a esa irritante manía española de faltar a la gente desfigurándole el nombre y sin pretender que pueda tratarse de una excusa, merece la pena recordar que es una especie de antigua costumbre patria. De siempre se han castellanizado muchos nombres y apellidos extranjeros, empezando por Almanzor hasta Carlos Maurrás, pasando por Martín Lutero, Luis XV, Federico Nietzsche y Julio Verne. No hay reglas. Unos nombres se castellanizan y otros, no. Shakespeare es William pero Stevenson es Roberto Luis y de milagro que no es Estevenson. Y no suele haber mala intención en estas castellanizaciones; a veces traducen dificultades de pronunciación. El Josep Lluís tiene una elle catalana que raros castellanohablantes saben pronunciar y, cuando va al final en vez de al comienzo de las palabras el resultado es muy cómico. Fíjense cuando algún locutor de radio, de esos que hablan de la circulación, comente algo de Martorell.

No es exagerado decir que toda castellanización de nombres propios, al menos catalanes y vascos, puede comportar un intento de humillación de quienes los llevan. En todo caso, el señor Carod-Rovira estuvo oportuno y tajante y fue muy de reconocer que condicionara siempre escrupulosamente toda opción independentista al logro de las imprescindibles mayorías democráticas. Sólo que reducía éstas al ámbito catalán y, me temo, habrá de necesitarlas asimismo en el español.

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