Continúa el cante del señor Rajoy con la banderita. Se multiplican las parodias del famoso video en la red, aunque la mejor de todas, como dice Escolar en su blog, es la que hace el propio parodiado. Desde luego, desde luego. Pero no está de más que le pongan el chundarata del No-Do de Franco, a cuyo mundo ideológico, estético y psicológico pertenecen las rimbombantes vaciedades del señor Rajoy sobre lo nacional, la bandera, el orgullo, el corazón y demás zarandajas en las que no cree ni él mismo, como demostraron hace unos días los de El Plural, al dar cuenta de cómo los guardaespaldas del dirigente popular confiscaron las banderas rojigualdas que sus seguidores llevaron a un mitin de aquel en algún lugar de Euskadi. Bandera, sí, pero sólo al sur del Ebro.
A decir verdad creo que lo que más me fastidia de esta obsesiva manía del señor Rajoy por ser más aznarista que Aznar es que haya conseguido ponernos a la altura de los nacionalistas que tanto critica. Estábamos los españoles tan tranquilos con nuestra(s) bandera(s), sin hacer esa ostentación hortera que hacen de las suyas los periféricos (por el "dime de qué presumes..."), quien con la rojigualda, quien con la tricolor, y tenía que venir este cantamañanas con la pretensión de ponernos a todos a desfilar, cuando somos una nación posmoderna que sólo se reconoce en la necesidad de arrepentirse y sosegar los horrores del pasado, cometidos en el mismo espíritu que anima al señor Rajoy. Un aguafiestas.
Por cierto al decir servidor que se disponía a celebrar su bandera, la republicana, un amable lector me preguntaba que por qué precisamente el 12 de octubre, día de la Hispanidad, día de la Raza (esa por la que "hablará el espíritu" en tonos hegelianos), día del descubrimiento de América. Pues tiene razón. Quizá fuera más acertada la celebración el 14 de abril. Y puede que aun más acertado ningún día del año, para que lo sean todos. Al fin y al cabo yo tengo la tricolor desplegada en mi casa los trescientos sesenta y cinco días del año, uno tras otro. Pero sigo inclinándome por el doce de octubre por la muy intransferible razón de que es el santo de mi difunta madre, una mujer excepcional. (Ya voy, ya voy con lo del homenaje...).
Vale. Es el caso que sale hoy El País diciendo que los "estrategas" del PSOE y del PP están convencidos de que las diferencias entre ambas formaciones son muy pequeñas y que las próximas elecciones se decidirán en un puñado de provincias que, como sabe todo Dios, son las circunscripciones electorales. Coincide con esta apreciación cuanto experto suelta doctrina por cualquier medio que le pongan a su alcance y las sesudas consideraciones se suceden unas a otras con la variedad y la originalidad de los cangilones de una noria: el Gobierno no sabe explicarse, los del PP hacen mucho ruido, fracasó la apuesta principal originaria del proceso de paz, se nota mucho el electoralismo, la gente está preocupada con la deriva soberanista de los nacionalistas, la fortaleza del PP y su techo/suelo/paredes electorales son envidiables, el electorado de izquierdas es crítico y abúlico mientras que el de derechas vota como un solo hombre...
Todo eso está muy bien. ¿Qué sería de los "estrategas" y otros magos si entráramos en períodos electorales en que todo estuviera cantado? Por fortuna eso es imposible porque el comportamiento del ser humano es impredecible. Faltan casi cinco meses para las elecciones y cualquier pronóstico de ellas que se haga ahora sólo puede ser a beneficio de inventario. Pero si fueran mañana, en serio, tengo para mí que la tunda que se llevarían los populares sería tan gruesa como desagradables las intervenciones en el Senado del señor Pío García Escudero pidiendo al gobierno que adelante lo que sólo puede ser una catástrofe para el PP.
Y mientras don Pío siga haciendo de Carrero Blanco, que el señor Rajoy continúe hablando como el Caudillo. "Españoles todos..." De verdad, qué falta de imaginación.