dissabte, 22 de setembre del 2007

La mota roja.

Hay en los nacionalismos algo de sectas y en las sectas algo de asesinas. Ese sumergirse en un mundo cerrado sobre sí mismo, con sus pautas, sus ritos, sus juicios tajantes sobre el bien y el mal, el amigo y el enemigo, su cultivo del odio al distinto, al forastero; ese aniquilar la voluntad personal, al servicio de una causa colectiva, ese monólogo perpetuo, el mantra invocado hasta la saciedad, tiene que dar comportamientos neuróticos, agresivos, asesinos.

El cartel que, al parecer, estaba ayer en el portal del señor Rivera, dirigente de Ciutadans, con el cartucho clavado en la frente del interesado recordaría a uno de aquellos Readymades de Marcel Duchamp y suscitaría el jolgorio que siempre mueven las piezas surrealistas de no ser porque detrás de ésta en concreto puede encontrarse cualquier asesino, dispuesto a cometer el crimen anunciado en pro de la Patria mancillada por la bota extranjera, el imperialismo español o alguna sandez de ese tipo.

¿Qué otros comportamientos o fenómenos trae a la memoria esta siniestra hazaña del cartelito? Todas las señales y signos que se usan en las guerras de religión, en las limpiezas étnicas, en los pogroms, en los actos de racismo colectivo, en las actividades de la mafia, en las prácticas de la delincuencia organizada.

Da vergüenza que pasen estas cosas.