Ayer se publicaron dos entrevistas en sendos periódicos importantes, una al señor Jordi Pujol, en El País y otra al señor Carod Rovira en La Vanguardia, si bien no he podido encontrarla probablemente porque sólo sea accesible a suscriptores y compradores de periódico de papel y, como no puedo suscribirme a todos los periódicos ni comprarlos todos, he tenido que contentarme con los resúmenes que traen los demás diarios. Eso sí, he leído tres para no quedarme con una sola versión. Son muy interesantes las dos y juntas nos dan el carácter del nacionalismo catalán, la suma del "moderado" y el "radical" que se diferencia del vasco en que en el vasco esta suma no se da en principio. Y no se da porque los radicales no se distancian del terrorismo etarra ni un milímetro. Cualquiera puede ver que la responsable de que Batasuna no esté en las instituciones defendiendo exactamente lo mismo que ERC en Cataluña esto es la independencia es exclusivamente ETA. Decir que en España no hay democracia pues no se permite la representación de todas las opiniones políticas es una mendacidad. La opinión política independentista no sólo tiene representación, sino que participa en el gobierno del ente territorial que pretende independizar en Cataluña. Lo que no obtiene representación no son las opiniones políticas sino los delitos, las complicidades con los delitos y el encubrimiento de delitos. Lo que es bastante lógico. Porque matar hombres indefensos por la espalda es y será siempre un delito.
El caso es que los dos entrevistados dan dos visiones de Cataluña y de España muy distintas pero básicamente complementarias. Los dos comienzan en la misma tonalidad victimista, de Cataluña expoliada bemol, aunque luego varíen algo en los registros. El señor Carod Rovira echa la culpa de los agravios catalanes a "España", de la que habla como si fuera un país y Estado extraño, vecino, y no se le cae la independencia de la boca, hasta el extremo de que pone fecha al referéndum de autodeterminación, 2014, tricentenario de la pérdida de los fueros y libertades catalanas, conjunto de privilegios que el señor Carod eleva a la categoría de Estado en un acceso de exaltación patriótica.
El señor Pujol culpa más al PP y al PSOE dels greures de los catalanes, aunque al fondo siempre late la queja sobre lo mal que España trata a Cataluña, como si Cataluña no fuera parte de España, sino un cortijo que ésta tuviera en Turquía. Pero el señor Pujol es flexible, matizado, inteligente y vuelve luego a hablar de "Cataluña y el resto de España". Ese "resto" es el resto que sigue uniendo al nacionalismo llamado moderado con el nacionalismo español. Cuando éste se rompa, apaga y vámonos.
El fantasma de la autodeterminación aparece de nuevo en el horizonte español. No hay que inquietarse pues es signo de los tiempos. También lo está en el Canadá, en Bélgica y hasta en el Reino Unido. Quienes somos partidarios de que se autoricen las consultas de autodeterminación hasta propondríamos unificarlos, hacerlos al mismo tiempo el catalán y el vasco. La única condición que yo pondría para aceptar el vasco es que ETA se disolviera de inmediato porque siete años aun son pocos para restaurar el clima de seguridad y erradicar el miedo de la sociedad vasca donde la libertad de elección está muy mermada por el nacionalismo forzoso y el terrorismo. ¿Por qué no va a haber referéndum de autodeterminación en los territorios que lo soliciten mediando algunos requisitos? Negar el derecho a esas consultas por razones de principio no sirve de nada porque sus partidarios siguen reclamándolas, así como otras reivindicaciones que en nada contribuyen al interés general español, como la independencia. Lo único que se consigue es no saber cuántos son los partidarios de cada opción: independencia, autonomía, centralismo.
Es más, esa cerrada negativa a la autodeterminación en el nacionalismo español (conservador o socialista) es lo que permite al nacionalismo (a su vez moderado o radical) mantener una actitud política que puede calificarse de "negocio redondo", consistente en hacer política en España amenazando con salirse de ella cada dos por tres. El ente español vive orteguianamente sobresaltado, viendo cómo zarandean sin piedad su identidad nacional mientras los nacionalismos prosperan al calor de una legitimidad impostada: no nos vamos; nos echan. Nos echan estos españoles que no nos dan lo que es nuestro, nos esquilman y no nos dejan pronunciarnos sobre nuestro futuro. Si la política es "quién consigue qué, cuándo, dónde y cómo", cual quería el venerable Harold Laswell, los nacionalistas llamados "periféricos" son los mejores políticos en España a la que saquean más de lo que España los saquea a ellos.
Tiene mala defensa la actitud del puro "no": Vd. no decide sobre su futuro porque España es una nación y Vd. no. Desde luego, decir a alguien que cree ser una nación que no es una nación es como ordenar al sol que se pare. En los Estados se está por imperativo legal, a las naciones se pertenece por decisión emocional y esa no puede provocarse por decreto. Si uno quiere que otro quiera ser miembro de la nación de uno tiene uno que ganárselo, lo que no se consigue a tortas.
Hace tanto tiempo que prefiero no recordarlo escribí un artículo en el extinto El independiente que se llamaba "Els espanyols som una nació" en el que pretendía decir lo mismo que pienso ahora: España es España porque Cataluña y el País Vasco son partes de ella. Si dejan de serlo, España será otra cosa. Aunque siga llamándose igual.
Si de lo que se trata es de resolver el problema que tiene postrada a la nación española (y a la vasca y catalana y gallega, si quieren verse como distintas) hemos de empezar a entendernos y no sólo a conllevarnos, que ya se ve que no es suficiente. Los castellanohablantes debieran abandonar la pretensión de simbolizar en exclusiva la idea de España y los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos debieran ser leales al Estado. Un buen comienzo, desde luego de esta nueva forma de enfocar la política española sería la aceptación del derecho de autodeterminación de los pueblos de España cumpliéndose algunos requisitos, entre ellos la ausencia de violencia en los últimos (digamos) siete años.
Una vez que sepamos cómo están las cosas en cuanto al respaldo que cada cual tiene, algo que sólo se sabrá sometiendo el asunto a la decisión popular, se puede empezar a actuar para resolver un problema que está enquistado. Por eso ha de haber referéndums. Al argumento de que ya los hubo cuando se aprobaron los estatutos y sus reformas la respuesta es que el contenido de la pregunta debe cambiar. Ya no debe ser "Estatuto o nada", sino "Estatuto o independencia". Eso clarifica las cosas y posibilita a mi entender, llegar a soluciones políticas, pacíficas.
(Las ilustraciones son del Retablo de San Jorge, de Andrés Marzal (o Marçal) de Sax, hacia 1400, que se conserva en el Victoria and Albert Museum de Londres. En un estilo del llamado gótico internacional el maestro representa a San Jorge ayudando al Rey de Aragón de la época a matar al monstruo que, en esta ocasión es un ejército musulmán. El Rey, que supongo será Martín I, lleva la cuatribarrada en la gualdrapa del caballo y en el peto. El tal Marzal de Sax, por cierto, era alemán).