Vaya, se ha descubierto la momia de Hatshepsut, la hija de Tutmosis I, viuda de Tutmosiss II que, en regencia por su hijastro Tutmosis III, de la XVIII dinastía (la de Tutankamon, por cierto), reinó de faraón. No de "faraona", como Lola Flores, sino de faraón, con su barbita postiza y todo, como se ve en esa imagen en forma de esfinge colosal en alabastro que saco de Wikipedia bajo licencia de Creative Commons.
Los periódicos han publicado la foto de Hatshepsut con la pinta que tiene ahora. Yo prefiero reproducirla con la que ella misma se hizo dar hace 3.600 años. Parece que no hay duda (aunque algunos aún insisten en que no hay seguridad al cien por cien) de que se trata de la misma Hatshepsut. Sale del análisis comparado de su ADN y el de su señora abuela, Ahmose Nefertari. Pues por eso precisamente, porque se trata de ella, quien yacía hasta ahora desconocida en un piso de un museo egipcio, una mujer extraordinaria, merece un respeto y la momia no es precisamente su mejor reproducción o likeness, que se dice en inglés.
Sin duda fue una hermosa mujer, a la que gustaba que la reprodujeran como tal, como se ve en la talla sedente de la derecha, también en alabastro. Manifestó su reinado mucho lujo, gran actividad constructora y vivió la recuperación de la red de relaciones comerciales, destruida por los hicsos. El hecho más sonado del reinado de Hashepsut fue el envío de una expedición comercial al Punt, en Somalia.
Pero la mujer no me interesa por eso, ni tampoco por la romántica historia que le hace amante de uno de sus asesores más encumbrados, Senmut, de forma que los admiradores de la dama se dividen en partidarios y detractores de la teoría de los amores escandalosos. Tampoco de que, al acceder al poder su hijastro Tutmosis III, ella desapareciera misteriosamente de la escena. Hasta ahora se había dicho que no se sabía si la asesinaron, la apresaron, o la dejaron marchar viva al olvido. De hecho, parece que su hijastro Tutmosis III ordenó borrar todas las referencias a Hatshepsut en el templo mortuorio que ésta se hizo construir, con lo que se causaron muchos daños que luego, sin duda, quiso él compensar haciéndose retratar en todo su poderío, como faraón reinante y la gloria de su poder en el hipogeo del templo mortuorio de Hatshepsut. Madrasta e hijastro no debían de estar en los mejores términos. Al parecer, la momia falleció en su día de cáncer óseo metastásico. Aunque no sé yo si esta explicación excluye el asesinato. Imagino que si se asesina a alguien que tiene, digamos, un cáncer de huesos incipiente, el canceroso muere, pero el cáncer no, y sigue y sigue mientras haya huesos que colonizar. No lo sé. Soy lego en la materia. Mi interés por Hatshepsut radica en su personalidad, en esa voluntad de renunciar a lo que era, a su apariencia de género, para convertirse en otra cosa, para re-crearse. Entra de lleno en mi afición a los dobles, los cambios de identidad, las dualidades, el anhelo del ser humano por ser otro sin dejar de ser él mismo. Hatshepsut es la madrina de esta cofradía de gente que pretende rehacerse en forma de un personaje distinto, es la madrina de la abigarrada sociedad de los disfrazados, espías, travestidos, transexuales y aquellos para quienes todo el año es carnaval. Hasta se cambió el nombre por la forma masculina de Hatshepsut y lo hizo todo como hombre con excepción de lo del amante, el asesor o canciller, quien a su propia muerte dejó la inscripción siguiente de sí mismo: Hatshepsut es uno de los primeros casos documentados en la historia en que una mujer recurre a un truco que luego se popularizará a través del teatro, especialmente del isabelino en Inglaterra o el del Siglo de Oro en España, el de disfrazarse de hombre para conseguir sus fines. Qué vida la de la momia."Compañero muy amado, Guardián del Palacio, Custodio del Corazón del Rey, hacedor de la felicidad de la Señora de los Dos Reinos, garante de que todo suceda según el ánimo de Su Majestad."