Estaba pensando escribir un post sobre esto de la paternidad sexagenaria que me asalta últimamente pero me di cuenta de que aún no lo tengo claro. Como si alguna vez se tuviera algo claro, en especial en asuntos de paternidad, pues nunca se sabe de cierto qué se ha de hacer con los hijos. Así que mejor se calla uno porque de uno mismo lo mejor es callar o bien en virtud de ese otro viejo adagio que ordena "calla, a no ser que lo que tengas que decir sea mejor que el silencio" y, claro, muy presuntuoso ha de ser quien juzgue lo que tiene que decir mejor que el silencio.
Porque mira que el silencio es hermoso cuando se consigue escucharlo que en una ciudad es difícil. Aunque hermoso sólo en su terreno de sonido, de no-sonido. Porque, pasando a otros cauces sensitivos, ¿qué pinta tiene el silencio? ¿Cómo se pinta el silencio? ¿Cómo se escribe? Y realmente lo de pintar admite alguna propuesta. Por ejemplo, se me ocurre que Hopper (más arriba) lo ha pintado. ¿Cómo? Haciéndonos ver que por ahí pasa un tren de vez en cuando y ahora NO pasa. ("Casa en la vía del tren", 1925) Se piensa en el silencio que rodea la casa.
Otro que pinta el silencio es Delvaux ("lazos rosas", 1937) a fuer de reflejar escenas oníricas a la luz plata de la luna, esa luz que Van Gogh estaba empeñado en plasmar. Pero ¿cómo se escribe el silencio? Imagino que dejando la página en blanco, o en negro, como se hace en la famosa novela de Laurence Sterne, es decir, dejando de escribir. La escritura sólo puede plasmar el silencio dejando ella misma de existir. El silencio es la nada literaria y por eso el escriba está siempre emborronando cuartillas. Ahora, los felices blogueros decimos colgando posts, que es mucho más cool, si se me permite.
Y ya es difícil ser cool en una ciudad que alberga lo más cool del universo mundo, a saber, unos díitas del Europride, o Eurogay o ambas cosas a la vez, Europridegay o Eurogaypride en la muy madrileña plaza de Chueca, maestro de zarzuela. A mí, esas manifas del orgullo gay no me seducen en especial por lo estridentes que son. Esos sí que no saben lo que es silencio, porque no lo aprecian. Al contrario, están siempre armando bulla, cosa que me parece bastante cansina.
Puestos a retratar el silencio es inevitable el famoso "El grito", 1893, de Munch. Un grito helado, que suena en el interior de la cabeza y se exterioriza en el gesto; el grito del silencio. Tómese nota de los encarnados del cielo para dar forma a la idea del crepúsculo. Pues ¿qué mayor silencio espera al hombre que el de la muerte?
Lleva lejos la reflexión sobre el silencio que venía de la paternidad sexagenaria. En realidad, ninguna de las dos cosas es cierta. Me había propuesto escribir un post sobre la vivienda, lo titulé "La cosa de la vivienda", como se ve, y pensé en el cuadro de Hopper para ilustrar una vivienda. Pero en cuanto lo vi, se me fue el estro. Mañana posteo sobre la vivienda, porque el asunto tiene bemoles: un derecho cuyo ejercicio hipoteca la vida de generaciones enteras. Ya sé que no es un derecho fetén, positivo, de los que se alegan ante los tribunales, pero es un derecho en sentido moral; tanto que no sería de extrañar que los tribunales, actuando como legisladores, ordenaran al verdadero legislador proteger y garantizar el derecho a la vivienda digna. No se olvide lo de digna porque podemos acabar midiendo los pisos de oferta pública no en metros cuadrados sino en centímetros cuadrados. Pues eso, mañana toca vivienda.