divendres, 29 de juny del 2007

El derecho a la vivienda y la realidad de la vida.

La Constitución de 1978 es taxativa. Su artículo 47 dice:
"Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación".
Sí, sí, léanlo otra vez porque tiene miga: "Todos los españoles, etc". Los no españoles, no; empezamos bien. "Los poderes públicos", etc ¡de acuerdo con el interés general para impedir la especulación! Prima facie lo que parece es que si esos misteriosos "poderes públicos" han hecho algo ha sido lo contrario del mandato que reciben en la Constitución.

Porque no consigo encajar con idea alguna de "interés general", ni siquiera con la muy escuálida que pueda tener Hayek, la noticia que vi el otro día de que la mitad de los jóvenes de hasta treinta años vive con sus padres y, de la otra mitad, digo yo, el veinte o el treinta por ciento no vive con pero sí de los padres. Y ya, si quieren Vds. tener un ataque de risa sardónica, lean el segundo y último apartado de tan excelso artículo 47:

"La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos".
Lo de "risa sardónica" viene del hecho de que los sardos, para mostrar cuán rudos y machos eran, tenían que reír mientras les infligían las peores torturas, risa que sonaba como sonaba y de ahí lo de risa sardónica.

Porque ¿alguien ha visto un euro de las tales plusvalías? Son invisibles porque se materializan en billetes de 500 euros, a los que el pueblo, con su gracejo sin par, llama "binladens" porque nadie los ha visto. Gracejo, desde luego, de maldita la gracia porque resulta que en España circula algo así como el cuarenta por ciento del total de "binladens" sueltos por Europa. Ahí están las plusvalías, creando fortunas inmensas...e invisibles.

¿De qué "poderes públicos" habla el bendito artículo 47? El Estado tiene una función supervisora, meramente coordinadora, orientadora porque las competencias en vivienda se han transferido a las Comunidades Autónomas. Pero, a su vez, las competencias sobre el suelo corresponden a los ayuntamientos. O sea, que el que tiene la visión de conjunto, el Estado, no tiene medios y el que tiene los medios, los ayuntamientos, carece de visión de conjunto. Una fórmula segura para darse una castaña.

Todo el mundo está avisando del estallido de la burbuja inmobiliaria; hasta la ONU ha salido tocando a rebato. Es como una caldera en la que aumenta la presión y se está a la espera del estallido. El capitalismo es riesgo; a mayor riesgo de todo tipo, mayor ganancia y viceversa. Así que en esto de la construcción, la sociedad civil juega al alto riesgo con beneficios inmensos, que han enloquecido a las administraciones públicas. No sé si alguien conoce de un ejemplo similar al del ayuntamiento de Marbella en algún momento de la historia de la humanidad.

Además los agoreros vaticinan el estallido de la burbuja en un panorama de tipos altos de interés con hipotecas asfixiantes. Lo interesante es saber cómo hemos llegado aquí. Porque el indicador es muy claro: el capital invierte siempre donde la relación beneficio-riesgo le sea más favorable. Y, para llegar a estas elevadas tasas de beneficio se ha dejado a una generación viviendo con sus padres hasta pasados los treinta años. Con las tensiones que eso acarrea. No sé yo...

Esta situación parece contradecir el espíritu del capitalismo ya que a éste le interesaría abaratar el producto (la vivienda) para que ese cincuenta por ciento o más que no accede a ella pueda hacerlo. Y el caso es que abaratar ya no se pueden abaratar más ciertos costes, por ejemplo los de material y mano de obra porque son muy baratos. Lo que habría que hacer sería reducir el importe de los sobornos y cohechos y también de los beneficios empresariales. Pero eso no lo verán nuestros ojos. En último término, la reponsabilidad de esta situación lamentable de la vivienda, que ha hecho trizas a una generación de chavales, es la codicia. La codicia, que contagia a los mismísimos "poderes públicos". ¿Cuántos ediles están implicados en causas penales por corruptelas? Por supuesto, aquí se aplica a rajatabla el principio de presunción de inocencia. Pero ya es casualidad que el grupo más numeroso de encausados sea el de munícipes y no el de ciclistas, profesores de universidad, curas o agricultores.

Este de la vivienda es para mí uno de los dos más grandes misterios de la ciencia económica, el otro es el de los bajísimos precios en origen de los productos agrícolas. Ya sabemos que de inmediato sale alguien y nos explica que lo que pasa es que las cosas valen poco en origen y que el valor está en el "valor añadido", lo cual no es explicación alguna sino reformulación del misterio con aires de haberlo descubierto porque, ¿por qué es menor el valor de origen que el añadido? La economía (eso que llaman "la nueva economía") es una actividad fundamentalmente especulativa. Como la filosofía, qué caramba.